Por P. Fernando Pascual
Sentimos impotencia, rabia, frustración, al ver cómo algunos provocan guerras, desencadenan crisis económicas y ambientales, mantienen en pie injusticias, con una impunidad y una arrogancia que sobrecoge, mientras millones de personas sufren las consecuencias.
Ante esos miles de jóvenes que luchan porque sus gobernantes les envían a una guerra absurda, ante los miles de trabajadores que están en paro por una crisis económica promovida por decisiones egoístas, ¿qué podemos hacer?
Nos gustaría detener a dirigentes que se lanzan a guerras criminales, que juegan con la vida de millones de personas como si estuvieran en una partida de ajedrez. Nos gustaría cambiar decisiones que provocan nuevas injusticias sociales y sufrimientos de tantas familias y particulares.
¿Qué podemos hacer? Parece que muy poco. Los famosos comentarios en redes sociales pueden tener algún influjo, pero mientras giran reproches y protestas en Internet, la guerra sigue, la crisis se acelera, y los inocentes sufren.
Hay algo que está en nuestras manos como creyentes: la oración. Parece que es muy poco, que no cambia el mundo, que no detiene los cañones ni arregla los corazones.
Pero una oración sincera nos acerca a Dios, el único Juez justo, Aquel que tiene en sus manos los hilos de la historia, porque es un Padre misericordioso y providente.
Eso “poco” que podemos hacer conserva nuestra esperanza, mantiene vivos nuestros propósitos de promover la justicia, de ayudar a las víctimas, de frenar a los gobernantes y líderes irresponsables, de implementar alternativas en los gobiernos y en la vida social.
No podemos cruzarnos de brazos con un derrotismo absurdo, como si no hubiera nada que hacer. La oración tiene una fuerza insospechada cuando nace de corazones que confían y cuando nos abrimos al misterio de la acción de Dios en la historia.
Quizá la guerra siga adelante, la crisis aumente, los dirigentes sigan aferrados al poder y a la corrupción. Pero algo cambia en el mundo cuando un corazón mira al cielo, pide justicia a Dios, y trabaja, lleno de esperanza, por vencer al mal con el bien…
Imagen de Colin Behrens en Pixabay