Por P. Fernando Pascual
Si todo estuviera determinado, la elección de una carrera habría sido algo compulsivo, hecho por leyes inexorables que uno no pudo controlar.
Si todo estuviera determinado, la guerra habría empezado porque tenía que empezar, porque los líderes eran como marionetas del destino.
Si todo estuviera determinado, aquel político corrupto no tendría culpa de sus robos: hizo lo que hizo por necesidad.
En el pasado, y también en el presente, algunos defienden que todo está determinado, que nada puede ser cambiado, que no existe verdadera libertad.
Pero si todo estuviera determinado, ¿tiene sentido exigir responsabilidades y hablar de culpas, si aquel criminal de guerra habría sido esclavo de leyes de la biología?
En el fondo de nuestra inteligencia reconocemos que existen espacios de libertad, que somos responsables de ciertas acciones, que aquel terrorista merece ser juzgado porque su gesto de matar inocentes fue plenamente culpable.
Defender el determinismo es negar que existan hombres libres y responsables, capaces de tomar decisiones sobre las que luego deben rendir cuentas, para ser premiados o para ser castigados.
Existen, ciertamente, condicionamientos, incluso enfermedades psíquicas, que reducen o anulan la libertad. Pero fuera de esos casos, cada uno es responsable de lo que hizo hoy en la oficina y de lo que escribió en las redes sociales.
No todo está determinado. Digan lo que digan los deterministas del pasado o del presente, en nuestro corazón hay un núcleo de libertad del que dependen nuestras decisiones, esas que embellecen el mundo o añaden dolor al dolor ya existente.
Decido cada día, cada hora, qué hago con mi vida, cómo oriento el movimiento de mis dedos, qué palabras pongo en un mensaje, cuánta atención presto a quien me pide un rato para hablar como amigos.
Decido, en lo más profundo de mi vida, si escojo el camino que lleva a la ruina, al pecado, a la injusticia, o si escojo la senda que me permite amar a Dios, servir a los hermanos, y colaborar en la construcción de un mundo más justo y más fraterno.
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