Por P. Fernando Pascual

Una persona, viva o difunta, desconocida o famosa, es acusada de graves delitos.

Cuando alguien acusa a otro, lo normal sería emprender modos concretos para que la acusación sea evaluada y juzgada correctamente.

Si es verdadera, se impone algún tipo de castigo al culpable y de ayudas y reparaciones a la víctima.

Si es falsa, quien merece ser castigado es el falso acusador, mientras que hay que devolver al acusado su buena fama y, cuando sea necesario, reparar los daños que haya podido recibir.

En muchas ocasiones, resulta muy difícil, o incluso imposible, aclarar si una acusación sería o no sería verdadera.

Entonces se generan una serie de problemas que, no pocas veces, dañan enormemente al acusador, al acusado, o a ambos.

Si la acusación fuese verdadera, la falta de un “juicio” y de una “sentencia” sobre el caso deja a la víctima sin la satisfacción que merecen sus heridas.

Si la acusación fuese falsa y no fuera analizada adecuadamente (quedase como un tema abierto), sufre el acusado al ver cómo su fama ha sido gravemente dañada.

Por desgracia, algunas acusaciones, sobre todo cuando han pasado muchos años después de los presuntos hechos, son difícilmente analizadas a nivel penal.

En muchos sistemas jurídicos existen, además, indicaciones que impiden emprender un juicio porque los hechos habrían ya prescrito después de un determinado número de años.

Pero la prescripción jurídica, y otros aspectos que dificulten investigar a fondo los hechos, pueden convertirse en una fuente de daños morales más o menos graves a víctimas que no serán adecuadamente atendidas, o a inocentes acusados de delitos que nunca cometieron.

Ese es uno de los graves problemas que surgen ante tantas acusaciones sin sentencia, al menos a nivel de lo que conocemos como “justicia” en el ámbito humano.

Creemos que, tras la muerte, existe una justicia plena, la de un Dios omnipotente, que dará a cada uno lo que le corresponda. Sobre todo, que ayudará a tantas víctimas de acusaciones falsas, o víctimas de delitos nunca castigados en la tierra, para que brille esa justicia que tanto necesitan todos los corazones humanos.

 


 

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