Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

En el pensamiento contemporáneo se ha dejado sentir el influjo de Nietzsche, de Freud y Marx, quienes han sembrado su ‘cultura de la sospecha’; nadie hace nada si no existe un beneficio de algún tipo. El dicho popular nos ilustra al respecto: ‘el interés tiene pies’.

A esto añadimos una mentalidad mercantilista coadyuvante para que desaparezca la gratitud. Solo vale el intercambio, el pago de intereses, el cobro; nada es gratis, todo exige un pago. Ya ni siquiera una acción o un gesto de servicio, merece un sencillo y espontáneo ‘gracias’.

Es urgente recuperar la gratitud para restaurar nuestra relación con Dios, fuente y dador de todo bien, al igual que sanar las relaciones con los demás que tienen una dignidad infinita y trascendente al ser imágenes y semejanza de Dios en su condición de personas. La verdadera comunión de personas nos lleva a vivir permanentemente la gratitud con el Tú divino y con el tú humano.

Jesús Nuestro Señor nos enseña la importancia de la gratitud. En este pasaje del Evangelio de san Lucas (17, 11-19) se pone de manifiesto ante la curación de los diez leprosos, -personas marginadas y excluidas de la vida social, religiosa y familiar, suplican la compasión de ser curados; Jesús accede, los manda presentarse al sacerdote para que los declarará sanos y en el camino sucede el milagro. Pero solo uno regresa ‘alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio gracias…Jesús pregunta y ¿no eran diez los que quedaron limpios?’.

El cristiano tiene que ser la memoria viva de Jesús; debe ver el mundo como lo ve el Señor y actuar en la historia con el espíritu de Jesús. Ha de amar al Padre con esa actitud de gratitud y ese amor a las personas, con el mismo Corazón de Cristo. Porque ‘la gratitud es la memoria del corazón’.

Nuestra vitalidad es la Eucaristía en el clima orante de la acción de gracias, de la alabanza y de la súplica. La celebración eucarística, – la santa misa, es la acción de gracias por excelencia al Padre por Cristo el Señor, en el Espíritu Santo.

El Papa León XIV nos ha sorprendido gratamente con su primera Exhortación Apostólica ‘Dilexit te’,-te he amado, que asume parte del pensamiento del Papa Francisco e introduce su propio mensaje, como continuación de la Encíclica del Papa Francisco, ‘Dilexit nos’, nos amó, un hermoso y verdadero tratado sobre el Corazón de Jesús.

En este documento el Papa León, nos ofrece diversos modos de ser pobres, que podríamos parangonar con los leprosos del Evangelio:

‘…aquella de los que no tienen medios de sustento material, la pobreza del que está marginado socialmente y no tiene instrumentos para dar voz a su dignidad y a sus capacidades, la pobreza moral y espiritual, la pobreza cultural, la del que se encuentra en una condición de debilidad o fragilidad personal o social, la pobreza del que no tiene derechos, ni espacio, ni libertad’ (nº 9).

‘…los cristianos puedan percibir la fuerte conexión que existe en el amor de Cristo y su llamada a acercarnos a los pobres (Ibidem 3).

Podemos recuperar la alegría de la acción de gracias, si reconocemos nuestro pecado, peor que la lepra, y nos acercamos a Jesús en el sacramento de la penitencia, para ser curados por su salvación y ofrecerle nuestra gratitud que procede del corazón.

Esa salvación que Dios quiere para todos. ‘Salvación que está en Cristo Jesús’ (2Tim 2, 10). Salvación que tiene una dimensión histórica en Cristo el Señor, precedida por la del pueblo de Israel y prolongada por la Iglesia, a través de la Alianza, pacto humano y divino.

La gratitud en Cristo Jesús es parte del estilo cristiano, que crea ámbitos de gozo y permite la gracia del encuentro divino y humano.

La salvación supera a la salud, porque es una vida nueva de horizontes trascendentes, divina y humana, espiritual y de dimensión eterna.

 


 

Por favor, síguenos y comparte: