Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

El Papa Pío XI, nos ofreció hace un siglo (11 dic 1925), la Encíclica ‘Quas Primas’, en la cual analiza las causas que abruman angustiosamente a la humanidad actual. Hace dos afirmaciones: el mundo ‘ha sufrido y sufre este diluvio de males porque la inmensa mayoría de la humanidad ha rechazado a Jesucristo y su santísima ley en la vida privada, en la vida de familia y en la vida pública del Estado; y es imposible toda esperanza segura de una paz internacional verdadera mientras los individuos y los Estados nieguen obstinadamente el reinado de nuestro Salvador’(cf  QP 1).

Hoy lo vivimos de manera pavorosa y dramática en nuestra Patria, nuestro amado México.

El Episcopado Mexicano al concluir su Asamblea Plenaria (CXIX, del 10 al 14 de noviembre del 2025), ofreció un mensaje, en cual subraya su preocupación ante la violencia, la impunidad, la crisis migratoria, y la sistemática desestructuración familiar con políticas educativas que van contra la dignidad humana.

Recalca la violencia y el crimen organizado, la impunidad y la corrupción, la inseguridad cotidiana, los ataques a la Iglesia y dirigentes sociales, migración forzada, y políticas educativas sin diálogo con los padres que tienen el derecho natural de educar a sus hijos; introducción de una ideología deficiente de ética y antropología al relativizar la complementariedad hombre-mujer, diluye la identidad sexual, progreso que es deconstrucción y el privilegiar una ideología de confrontación social.

Como señala Gabriel Zaid, ‘si no hay seguridad, no hay Estado’ y añade: ‘Tanto Porfirio Díaz como Plutarco Elías Calles sumaron a su monopolio de la violencia legítima la ilegítima para acabar con la violencia no centralizada. Asesinaban tranquilamente a sus opositores’ (El Observador, 23 de noviembre del 2025).

Por otra parte como cita Jean Meyer al búlgaro Iván Krastev, ‘pasamos de una república de ciudadanos a una república de fans’ (Ibidem, pág 8); la política debe perseguir lo bueno y lo justo, en una República de ciudadanos informados con una ética de responsabilidad, para promover el bien de todos lejos de ideologías de una sola dirección, cuando la verdad es sinfónica’, en afirmación de von  Balthazar.

Anhelamos una sociedad sin miedos, en donde reine el respeto a la dignidad de toda persona humana, de la familia en particular y de la nación en general.

Deseamos vehementemente una nación en paz, con sus legítimas diferencias, pero buscando siempre la unidad.

Los discípulos del Dios crucificado, el Mesías Rey del Universo, nos convoca a vivir el misterio del amor; porque es un Dios humilde y paciente, quien ha preferido ser víctima que verdugo. En esta fiesta de Cristo Rey del Universo, celebramos al Dios crucificado; su muerte sostiene nuestra esperanza. Es el Dios crucificado que renunció a su omnipotencia, para estar cerca de los humillados y de los inocentes sufrientes de todos los días.

Ante la tragedia de la Cruz, el Padre acepta el sacrificio de su Hijo, como expresión del Dios Amor de total entrega.

Jesús, el Mesías de Dios, murió en la Cruz, perdonando a todos, amando y compartiendo el paraíso al malhechor arrepentido, ‘hoy estarás conmigo en el paraíso’. Ofrece el perdón del Padre a quien lo crucifica ( cf Lc 23, 35-43).

En el Mesías crucificado, están implicados los crucificados por las tragedias, por los que sufren injusticias, por los migrantes, por los niños y mujeres violentados, por los injustamente torturados y asesinados.

El Mesías crucificado, es el Rey del Universo, acoge a todos con un amor y misericordia infinitas.

En el Corazón traspasado, de nuestro Mesías Rey, se esconde y se encuentra todo el misterio de Dios Amor.

 


 

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