Por P. Fernando Pascual

En casi todas las épocas y culturas ha habido conflictos entre padres e hijos, sea cuando son pequeños, sea cuando entran en la adolescencia.

Los padres desearían contar con la suficiente autoridad moral como para ser aceptados por sus hijos, y así poder emanar sus órdenes en un clima de serenidad y de acogida.

Pero eso resulta difícil, sea porque los padres no actúan adecuadamente, sea porque los hijos no reconocen su autoridad como un camino de ayuda.

En un libro sobre temas educativos se ofrecía una reflexión que puede ser útil en este tema. La autora, Catherine L’Ecuyer, destacaba dos condiciones imprescindibles para que un niño obedezca (desde el punto de vista del niño). Primera: “que la persona que le esté pidiendo algo al niño lo haga desde la autoridad fundada en un vínculo de confianza que haya previamente desarrollado con el niño”. Segunda: “que el niño sepa escuchar desde el silencio interior” (C. L’Ecuyer, Educar en el asombro, Plataforma, Barcelona 2024, p. 120).

Sobre el primer punto, esta autora aludía al importante tema del vínculo de apego, que resulta clave en las relaciones entre el niño y sus padres (y otras figuras educativas). Sobre el segundo punto, señalaba la situación de ruidos que rodean a muchos niños, y que les impide atender a lo que se les pide.

Si los padres, al constatar la desobediencia de un niño, deciden castigarlo sin que se den las dos condiciones anteriores, añade L’Ecuyer, entonces el niño recibirá tal castigo “como una agresión y responderá de forma impulsiva” (p. 121).

Podemos añadir que ni el vínculo de confianza ni el silencio (que necesita tener el niño para abrirse a obedecer) garantizan que los padres den órdenes buenas. Como todo ser humano, pueden equivocarse.

Pero si el niño descubre que sus padres se han equivocado de buena fe, y si de verdad ve que buscan su sano desarrollo, sabrá perdonarles su error y abrirse a un diálogo sereno para superar posibles situaciones de conflicto ante órdenes no adecuadas.

Nunca ha sido fácil aprender a ser buenos padres. Pero siempre se puede invertir lo mejor del propio tiempo en familia para acoger a los hijos desde un cariño que genere en ellos seguridad. Desde ella será posible un sano desarrollo, sostenido por la apertura a obedecer a los padres en un clima de silencio y de escucha.

 
Imagen de sainiya en Pixabay


 

Por favor, síguenos y comparte: