Por Cecilia Galatolo
Una red social como Instagram está pensada y estructurada como el escaparate de una tienda o la pasarela de un desfile de moda. En las redes-vitrina los demás nos observan, muestran su aprobación, pero rara vez interactúan, salvo con un pequeño gesto de aprobación o un brevísimo comentario.
Es fácil, entonces, adaptarse al lenguaje de las apariencias, caer en la ostentación y entrar en el círculo vicioso de la competencia. Otro aspecto nada despreciable es la envidia que, con frecuencia, despierta.
Al mirar a los demás —que suelen mostrar únicamente los éxitos, los momentos felices, lo positivo que ocurre en sus vidas, escondiendo sistemáticamente los problemas que no se ajustan a una vitrina— se corre el riesgo de entrar, a veces incluso sin darse cuenta, en una carrera virtual y experimentar lo que en más de una ocasión hemos llamado envidia digital.
Cada uno intenta llegar más alto y, simultáneamente, ocultar las partes oscuras. Esto provoca que, al entrar en las redes y contemplar la supuesta perfección de la vida ajena, podamos sentirnos más solos en nuestras propias dificultades.
¿Es posible utilizar las redes sociales evitando estas dinámicas poco saludables? He aquí tres consejos.
1. Ser conscientes de los posibles efectos en nuestra serenidad y autoestima
Nadie toma un medicamento sin conocer sus posibles efectos secundarios, sin estar informado de sus contraindicaciones y sin haber evaluado y equilibrado riesgos y beneficios.
La conciencia es la base de una elección verdaderamente libre y permite reaccionar ante las consecuencias con mayor rapidez y eficacia. Ahora bien, las redes sociales no son medicamentos y nadie nos las ha recetado; no son el aire que respiramos ni el pan que comemos. Podemos prescindir de ellas, especialmente si nos damos cuenta de que nos hacen daño, que nos absorben, que nos vuelven esclavos. Podemos evitarlas o incluso eliminarlas si las contraindicaciones superan los beneficios.
Si decidimos permanecer, conviene saber cómo funcionan y reconocer que pueden atraparnos. En efecto, solo se puede salir de un mecanismo insano si se lo reconoce y se lo llama por su nombre.
He aquí algunas preguntas que podemos hacernos sobre nuestra libertad interior:
– ¿Soy víctima de la envidia digital?
– ¿Estoy utilizando las redes para competir virtualmente con otros?
– ¿Estoy mostrando una vida aparentemente perfecta para suscitar admiración y eso me está volviendo menos auténtico?
Si respondemos afirmativamente a estas tres preguntas, tal vez necesitemos una pausa de reflexión: es posible usar las redes de un modo mejor.
2. Usarlas con moderación
Nuestra vida fuera de línea tiene valor, independientemente de que nuestros seguidores la vean.
Cuanto más nos sumergimos en la esfera virtual y entramos en la lógica de tener que rendir cuentas a un público de lo que hacemos, más corremos el riesgo de olvidar el valor de una sonrisa no publicada, de un momento divertido no inmortalizado, de una charla sin fotos.
Estar con la mente siempre en las redes puede hacernos apreciar menos la belleza de los momentos que vivimos.
La elección está en nuestras manos. Podemos cambiar el paradigma.
Podemos decidir usar con moderación unas herramientas que, si abusamos de ellas, corremos el riesgo de alejarnos de la realidad, de proyectarnos constantemente a otro lugar y de hacernos perder el gusto del momento presente, del aquí y ahora.
3. En las redes, pero no de las redes: servir en lugar de ser servido
En un artículo reciente explicamos que, si es posible vivir las redes sociales alimentando los vicios, también es posible vivirlas conforme a las virtudes.
Por ejemplo, se puede ser templados en lugar de impulsivos; se puede practicar la fortaleza, que consiste en saber resistir y ponerse límites; se puede ejercer la justicia y ser prudentes, lo cual implica discernir bien antes de publicar algo.
También señalábamos que se puede elegir la caridad en las redes: servir en lugar de ser servido.
Por ejemplo, cuando nos preguntamos de qué manera podemos ayudar a otros con lo que compartimos, en lugar de encerrarnos en la búsqueda narcisista de aprobación.
He aquí algunas preguntas útiles para orientar nuestras redes en esa dirección:
– Pensando en quienes me siguen, que confían en mí, que ven mis contenidos, ¿qué podría decir de hermoso para animarlos?
– ¿Qué podría publicar para dar esperanza a alguien que ha tenido un mal día?
– ¿De qué manera puedo favorecer la información en un tema determinado?
Si mi única pregunta es: “¿Cómo puedo parecer mejor que él o que ella?”, todavía me queda mucho camino por recorrer para vivir las redes conforme a una belleza auténtica, esa belleza que debería guiar nuestras elecciones en todos los ámbitos de la vida y de la convivencia social.
Artículo publicado originalmente en www.familyandmedia.eu
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 2 de noviembre de 2025 No. 1582






