Por Mary Velázquez Dorantes.
En el contexto de la fiesta de la Sagrada Familia (Jesús, María y José), surge la pregunta ineludible: ¿qué tipo de familia ofrecemos a Dios en la sociedad actual? Esta fecha es una invitación a revflexionar sobre la solidez de nuestros valores y nuestra fe, honrando a la Sagrada Familia como modelo de amor, unión y adhesión a la fe para todos los hogares. A pesar de las transformaciones globales, la familia se consolida como el núcleo fundamental de la Iglesia doméstica, un espacio donde el sentido de la vida y el esfuerzo individual impactan directamente en la sociedad. Las nuevas generaciones confrontan el rol esencial de la institución familiar, no solo como un microcosmos social, sino como el eje donde la presencia de Dios es central.
La disminución del sacramento
Las cifras sobre matrimonios católicos presentan una variación notoria según la región, evidenciando que las uniones civiles han ganado terreno frente a las religiosas. Un dato es revelador: durante el primer trimestre de 2025, apenas el 7% de las bodas se formalizaron mediante el sacramento eclesiástico, quedando el restante 93% bajo la jurisdicción civil.
El mapa de los hogares contemporáneos es más diverso que nunca. Se observa una tendencia al retraso en la edad para contraer matrimonio y una redefinición de la crianza. En México, la edad promedio proyectada para contraer matrimonio asciende a los 35 años para los hombres y a los 32 años para las mujeres. A nivel de afiliación, si bien tres cuartas partes de los matrimonios se mantienen en el catolicismo, un 12% se vincula con protestantes y un 9% con parejas sin afiliación religiosa.
Estudios regionales en América Latina exigen mayor resiliencia matrimonial frente a las nuevas configuraciones familiares. Aunque las estadísticas indican una reducción en la proporción de adultos casados, la mayoría aún mantiene la aspiración de contraer nupcias. La generación Z, por ejemplo, valora la institución matrimonial (un 81% cree en ella), pero está activamente reevaluando el concepto de familia y el compromiso a la luz de la vida moderna.
El ascenso del divorcio
En México, el divorcio se alza como un foco rojo. El divorcio incausado (sin necesidad de expresar motivo) representa un abrumador 67.2%, frente al 31.3% de mutuo consentimiento. El índice de separación es alarmante: por cada 100 matrimonios, se registran 33 divorcios, una cifra que ha crecido sostenidamente en la última década.
En el continente americano, la complejidad de las estructuras se refleja en que uno de cada seis adultos se ha divorciado, con más de la mitad de ellos volviéndose a casar. Si bien las estadísticas de divorcio son contundentes, el matrimonio, aunque visible, es también una de las estructuras más vulnerables. Los patrones de unión evolucionan no solo por contextos culturales, sino por el recambio generacional. Agencias como The State of Today’s Family documentan este declive: el 66% de los adultos estaban casados en 1950, reflejando un descenso constante a lo largo de 70 años.
La fe y los valores retoman protagonismo
El dinamismo familiar exige una evaluación constante de la fe y los valores cristianos dentro del hogar. Si bien la familia nuclear ha perdido su posición mayoritaria en las estadísticas, se observa un repunte significativo en el interés por centrar la vida familiar en la fe.
La llamada generación Z (actualmente alrededor de los 20 años) ha mostrado un interés superior en la lectura de las Sagradas Escrituras en 2025, superando a generaciones como los Baby Boomers. En tanto, más del 50% de los millennials no sólo leen la Biblia semanalmente como ejercicio intelectual, sino como un refuerzo espiritual.
Los estudios de Barna (State of the Church 2025) identifican este año como un punto de inflexión para el interés espiritual y las prácticas religiosas juveniles. Según Barna, el 74% de los adolescentes de la generación Z se declaran abiertos a la espiritualidad y deseosos de dialogar sobre la fe, mientras que un 56% de los jóvenes de 18 a 21 años siente una profunda curiosidad por la figura y vida de Jesús.
Jesús en la crianza moderna
En las diversas configuraciones sociales de 2025, la figura de Jesús ha ganado relevancia como modelo en la crianza familiar. Desde abuelos que asumen la tutela de nietos hasta padres solteros y familias adoptivas, existe un reconocimiento creciente de la necesidad de esta figura en el hogar.
El 34% de los hogares modernos ha integrado a Jesús no solo como una figura simbólica, sino como un intercesor para la formación de “buenos hijos”. Virtudes como la generosidad y la caridad son centrales en la educación de los hijos, destacando la relevancia de la ayuda al prójimo en los contextos actuales. En Estados Unidos y Canadá, un 54% de las familias promueve acciones caritativas con el prójimo, en lo que han denominado el “ciclo virtuoso de Jesús”.
El futuro: La familia al centro
A pesar de la evolución de las estructuras y la influencia de la modernidad, la familia permanece como el eje central de la sociedad, con Dios en su cimiento. Los expertos concluyen que, si bien las nuevas generaciones experimentan un cambio drástico, no rechazan la idea de formar una familia. La generación Z tiene una probabilidad superior de formar una familia que sus predecesoras: 2 de cada 5 jóvenes la consideran fundamental para el desarrollo social, un 29% no visualiza un futuro en soledad, y uno de cada cuatro se replantea activamente la idea del matrimonio y la procreación.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 28 de diciembre de 2025 No. 1590




