Por José H. Gómez, arzobispo de Los Ángeles

Como muchos de ustedes, he estado haciendo algunos deberes tratando de comprender la inteligencia artificial (IA) y reflexionar sobre lo que significará para los individuos, la sociedad y la misión de la Iglesia.

Algunas de las mayores corporaciones del mundo están implementando y desarrollando con agilidad esta tecnología. Se están invirtiendo enormes sumas para acelerar el avance de la IA y construir la infraestructura energética necesaria para respaldarla.

Nuestro gobierno (de Estados Unidos) tiene su propio “plan de acción” para fomentar la innovación en IA y lograr el “dominio global”, lo cual, según afirma, es necesario para hacer crecer la economía, crear nuevos empleos y promover avances en la ciencia.

También existe una creciente preocupación por el “lado oscuro” de la IA. A los educadores les preocupa que la mayoría de los estudiantes de secundaria y universitarios utilicen herramientas de IA para redactar trabajos académicos, realizar exámenes y realizar tareas. Los “compañeros“ impulsados por IA son la forma más reciente de pornografía. Existe preocupación por el uso de IA por parte de los militares para producir armas de alta tecnología. La revista Angelus publicó recientemente un importante informe sobre la creciente dependencia de los “chatbots” en el hogar.

En medio de la encrucijada

La IA también plantea preocupantes cuestiones espirituales y religiosas. Destacados líderes tecnológicos hablan abiertamente de intentar “construir a Dios” y marcar el comienzo de un futuro “transhumanista”, en el que se alcance la “singularidad”, implantando capacidades de inteligencia artificial en la persona humana.

“La humanidad se encuentra en una encrucijada frente al inmenso potencial generado por la revolución digital impulsada por la inteligencia artificial”, dijo el Papa León XIV este verano en un mensaje a una conferencia internacional sobre IA.

León eligió su nombre papal para llamar la atención sobre la revolución de la IA, que compara con la revolución industrial que su predecesor, el Papa León XIII, enfrentó en el siglo XIX. Y en estos primeros meses de su pontificado, ha hablado a menudo de los desafíos que la IA presenta para la dignidad humana y el bien común.

La IA ya está cambiando nuestra forma de trabajar y el funcionamiento de nuestra economía y sociedad. En un nivel más profundo, la IA está cambiando nuestra percepción de nosotros mismos y de nuestras relaciones, e incluso nuestra percepción de nuestra identidad humana, nuestro lugar en el mundo y el sentido de nuestras vidas.

Las consecuencias de la IA son demasiado graves como para dejar las decisiones sobre su desarrollo únicamente en manos de ingenieros de Silicon Valley, corporaciones tecnológicas globales, políticos e inversores. El Papa cree que la Iglesia debe participar en estas conversaciones.

Él ve el gran potencial que esta tecnología tiene para áreas como la medicina y la atención de la salud, y las posibilidades de aumentar la conexión y la comprensión humanas y de difundir el Evangelio.

De frente a la manipulación

Pero la IA es una herramienta, nos recuerda, y como toda herramienta puede usarse para bien o para mal, y toda tecnología nos “cambia” de alguna manera a medida que la usamos.

“Actualmente interactuamos con las máquinas como si fueran interlocutores, convirtiéndonos así en una extensión de ellas”, afirmó. “En este sentido, no solo corremos el riesgo de perder de vista los rostros de las personas que nos rodean, sino también de olvidar cómo reconocer y apreciar todo lo verdaderamente humano”.

León cree que necesitamos estándares éticos y garantías legales para proteger a los niños y adolescentes que son “particularmente vulnerables a la manipulación a través de algoritmos de IA que pueden influir en sus decisiones y preferencias”. También le preocupa que esta tecnología pueda utilizarse para confundir y controlar a las personas y para manipular sus emociones y sus percepciones de la realidad y de lo que es verdad.

Dirigiéndose a periodistas de todo el mundo, el Papa advirtió sobre una cultura de la “posverdad” y expresó su preocupación por el cambio en la forma en que se comunican las noticias causado por algoritmos basados en inteligencia artificial. Preguntó quién controla estos algoritmos y con qué fines.

“Debemos estar vigilantes para garantizar que la tecnología no reemplace a los seres humanos y que la información y los algoritmos que la gobiernan hoy no estén en manos de unos pocos”, afirmó.

La única guía posible

León rechaza a quienes afirman estar creando a Dios o una conciencia similar a la de Dios a través de la IA. En un mensaje a los líderes tecnológicos, les recordó que, por muy poderosa que sea la IA al imitar el razonamiento humano, nunca tendrá consciencia. La IA tampoco podrá tomar decisiones morales guiadas por un sentido de responsabilidad y relaciones humanas auténticas.

El Papa nos recuerda a todos que tener acceso a la información no nos hace inteligentes. “Al final, dice, “la sabiduría auténtica tiene más que ver con reconocer el verdadero significado de la vida que con la disponibilidad de datos.”. Nos insta a todos a ser más informados y reflexivos sobre estas nuevas tecnologías y sus implicaciones. Nuestro objetivo, ha dicho, debe ser “una IA que refleje el diseño del Creador: inteligente, relacional y guiada por el amor.”

Este artículo fue publicado el 3 de diciembre de 2025 en la revista Nuevo Mundo de Fe y reproducido en la revista digital de la arquidiócesis, Ángelus.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 21 de diciembre de 2025 No. 1589

 


 

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