Por Mary Velázquez Dorantes
“Los migrantes y refugiados, con su entusiasmo espiritual y su dinamismo, pueden contribuir a revitalizar comunidades eclesiales rígidas y cansadas, en las que avanza amenazadoramente el desierto espiritual”. Papa León XIV (Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2025)
En el corazón del Medio Oeste estadounidense, el sueño americano a menudo se siente como una promesa distante y dolorosa. El equipaje de millones de migrantes latinos no solo contiene pertenencias, sino también el peso intangible de la soledad, el desarraigo y el miedo constante a la deportación o la separación familiar. Sin embargo, desde Chicago, Illinois, un líder visionario ha transformado esa amarga experiencia en una plataforma de liderazgo, esperanza y empoderamiento social.
La frase del Papa resuena con una verdad práctica y poderosa en la misión de Vicente del Real Álvarez. Este líder mexicano no es ajeno a las realidades de los migrantes: lo vivió en primera persona; una experiencia que se convirtió en la semilla de su vocación. Hace 15 años, fundó Iskali con una convicción inquebrantable: los migrantes poseen una capacidad especial para florecer, transformarse y transformar su entorno en una tierra que aman y a la que contribuyen, aunque la situación legal diga lo contrario. Iskali no es solo una organización de apoyo; es un laboratorio de liderazgo, un punto de encuentro donde la fe se convierte en una herramienta de empoderamiento social y resistencia cultural.
Desde 2010, Del Real utiliza Iskali –palabra náhuatl que significa crecimiento, resurgimiento y nuevos comienzos– como una plataforma sólida para forjar a jóvenes latinos en líderes de fe y acción. La organización aborda directamente el desafío de la evangelización y la integración hispana en Estados Unidos, reconociendo el valor y la vitalidad que estas comunidades aportan. Su misión está profundamente arraigada en la espiritualidad católica, cobijada por la devoción a patronos profundamente anclados en la cultura latina, como la Virgen de Guadalupe, san Judas Tadeo y la madre Francesca Cabrini, patrona de los inmigrantes.
Un hogar lejos del hogar
El origen de Iskali se encuentra en la necesidad elemental de pertenencia. En el núcleo de la visión de Vicente del Real yace la convicción de que la fe solo puede prosperar en comunidad. “Iskali es, ante todo, un hogar lejos del hogar”, para jóvenes migrantes y sus hijos.No se trata de un refugio pasivo, sino de un programa misional activo y transformador que dota a los jóvenes de una identidad clara.
La iniciativa congrega a jóvenes adultos apasionados y los conecta con parroquias solidarias, tejiendo una red de servicio activo que se extiende por las comunidades hispanas. El compromiso va más allá de la asistencia material; se centra en la formación espiritual, el discipulado y la capacitación de misioneros para que acompañen a otros jóvenes en su camino. Del Real insiste en que el migrante enfrenta desafíos gigantescos –desde la dificultad económica hasta la adaptación cultural– y requiere de las herramientas necesarias no solo para sobrevivir, sino para forjar relaciones sólidas y nutrir su fe en un entorno a menudo hostil.
“Llegar a los Estados Unidos implica enfrentar la soledad, el miedo, las barreras culturales y el estrés del estatus legal. En medio de este escenario, Iskali se convierte en una comunidad que acompaña, forma y sostiene”, afirma Del Real. “Buscamos que cada joven encuentre un lugar donde florezca, donde sus sueños sean vistos y valorados. Les ayudamos a redescubrir su identidad, a abrazar su cultura y a entender el inmenso valor que aportan a esta sociedad, no como trabajadores de bajo costo, sino como agentes de cambio”.
La vocación de liderazgo
El fundador de Iskali está consciente del peso que cargan los migrantes y sus familias, viviendo bajo una presión constante ejercida por políticas migratorias erráticas y discursos de desprecio que se han normalizado en el debate público. “Los jóvenes viven con miedo constante. Temen perder a sus padres de un día para otro, viven en hogares donde la incertidumbre es la regla”, señala Del Real. “Muchos son trabajadores sin estabilidad y comunidades enteras sienten que su innegable y vital aporte a la economía y cultura de los Estados Unidos no es reconocido”.
Frente a esta realidad de estigmatización y vulnerabilidad, Iskali se alza como un poderoso contrapeso moral y espiritual. La organización inspira a sus miembros a ir más allá de la supervivencia diaria, invitándolos a crecer en la fe, a descubrir un propósito trascendente y a encontrarse con Jesucristo de una manera más profunda. La meta es clara: transformar la experiencia de ser migrante, de ser “el otro”, en una fuente de fortaleza y un llamado a la acción.
La labor de Iskali es un trabajo de vocación, no de simple empleo. Se centra en la formación de líderes laicos con una triple misión:
- Construir comunidades latinas resilientes, cohesionadas por la fe y la cultura.
- Desarrollar liderazgo entre los jóvenes que se mantendrán en su lugar de origen, sirviendo activamente a sus parroquias y barrios.
- Cultivar conexiones personales y redes de apoyo que rompen el aislamiento emocional, el gran flagelo de la migración.
Esta labor ha permitido que la comunidad católica de Iskali se convierta en una fuerza social y económica difícil de ignorar. “El migrante sigue soñando, sigue trabajando y sigue amando esta tierra que también es suya, más allá de cualquier estatus legal”, concluye Del Real. “La fuerza de los migrantes sostiene barrios enteros, sostiene parroquias, escuelas, negocios y, sobre todo, la esperanza irrenunciable de un futuro más justo y humano para todos”.
Los muros invisibles
Mientras la atención mediática y política se consume en los debates sobre el muro físico y la militarización de la frontera, Vicente del Real advierte que los muros más dañinos y persistentes son aquellos que la sociedad ha erigido desde la indiferencia y la hostilidad.
“El primer desafío que enfrentamos es la deshumanización”, enfatiza. “Es imperativo que el discurso cambie: el migrante no es un número, una cifra en el informe de detenciones ni un dato estadístico; es una persona con nombre, historia, dignidad y familia. Cuando olvidamos eso, abrimos la puerta a la crueldad”.
A esto se suma la urgente necesidad de políticas migratorias compasivas y realistas. “Es urgente contar con una reforma que reconozca el aporte inmenso del migrante a la economía y proteja a las familias de deportaciones y separaciones injustas. Cada detención, cada traslado, es una familia desgarrada, un trauma que perdura por generaciones”, lamenta el fundador. La intensificación de políticas restrictivas, el registro obligatorio, la cancelación de beneficios sociales y las narrativas de miedo son riesgos que la comunidad debe afrontar a diario.
Pero son los “nuevos muros” –aquellos que la política ignora y que Iskali trabaja por derribar– los que marcan la diferencia en la vida diaria:
- Muros legales y burocráticos: Leyes complejas, a menudo diseñadas para ser excluyentes, que fragmentan a las familias y les niegan el reconocimiento de su valor social y económico.
- Muros culturales y de prejuicio: Narrativas tóxicas y estereotipos que reducen la dignidad del migrante, creando una atmósfera de discriminación sutil pero constante.
- Muros emocionales y espirituales: El más profundo de todos, manifestado en el miedo constante a la pérdida, la ansiedad crónica, el trauma de la separación y el aislamiento emocional y espiritual. Este último, según Del Real, “es un desafío que no se ve a primera vista, por eso la tarea de Iskali es crear espacios donde los jóvenes se sientan acompañados, escuchados y amados, rompiendo el ciclo del trauma intergeneracional.”
El poder de la esperanza y la comunidad
La misión de Iskali se vuelve más vital que nunca en un contexto de cifras dramáticas. En la primera mitad de este año, se registraron aproximadamente 54 mil encuentros de mexicanos en la frontera sur de Estados Unidos, un reflejo de la crisis económica y de seguridad en sus países de origen. Paralelamente, México recibió 57 mil devoluciones de personas, y se detuvieron más de 236 mil inmigrantes indocumentados en un solo periodo. Estas cifras frías esconden las historias humanas de desesperación y esperanza.
La comunidad Iskali, al ofrecer un encuentro real con Jesús y un sentido de pertenencia, se enfoca en invertir en el futuro: la juventud. Al reunir semanalmente a 300 jóvenes en sus respectivas comunidades, la organización está construyendo capital social y espiritual. El modelo de discipulado laico que promueven tiene como objetivo que los jóvenes se conviertan en discípulos misioneros, capaces de replicar el modelo y crear comunidades fuertes y sólidas dondequiera que estén. Además, el programa de becas, financiado por donaciones, asegura que la falta de recursos no sea una barrera para el desarrollo de estos líderes emergentes.
Iskali es, en esencia, una respuesta de fe ante la crisis humanitaria de la migración. Es la prueba tangible de que la esperanza no es un sentimiento pasivo, sino un motor que construye, transforma y sostiene a una de las comunidades más dinámicas y vulnerables de Estados Unidos.
15 años formando líderes latinos
Fundación: 2010 en Chicago, Illinois.
Fundador: Vicente del Real Álvarez.
Modelo: Comunidad católica de discipulado laico y formación de líderes juveniles.
Alcance: Reúne semanalmente a 300 jóvenes en sus comunidades.
Impacto: Creación de comunidades sólidas, desarrollo de liderazgo y programa de becas.
Sirve a más de 4 mil jóvenes cada año.
Apoya a los jóvenes y, actualmente, a los migrantes afectados por las deportaciones.
Es la única casa de retiros católica hispana en el país.
28 comunidades activas en el Medio Oeste de Estados Unidos: Illinois, Wisconsin, Minnesota e Indiana.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 14 de diciembre de 2025 No. 1588





