Por P. Fernando Pascual
Con un poco de salud y de buena voluntad, todos podemos ayudar a otros de muchas maneras y con resultados que siempre generan alegría.
Así, podemos ayudar a otros al ofrecer un saludo alegre que embellece la mañana e infunde confianza.
Podemos ayudar a otros al interesarnos por su salud, su trabajo, sus éxitos, sus problemas, sus proyectos.
Podemos ayudar a otros al permitirles un desahogo, gracias a nuestra actitud de escucha sincera y llena de respeto.
Podemos ayudar a otros con gestos concretos, a la hora de mover un mueble, trasladar libros, subir una bolsa pesada al maletero del tren.
Podemos ayudar a otros al cederles el puesto del autobús cuando notamos su cansancio y sus dificultades al moverse.
Podemos ayudar a otros con un gesto de perdón, que rompe tensiones y permite construir esos puentes que tanto necesitamos para vidas serenas y armoniosas.
Podemos ayudar a otros al pedir disculpas, cuando se han sentido ofendidos por un error nuestro y esperan un gesto de reparación sincera y humilde.
Podemos ayudar a otros con nuestras oraciones, en las que pedimos a Dios Padre por sus necesidades más íntimas y decisivas.
Podemos ayudar a otros con palabras de consuelo, respetuosas y llenas de auténtica caridad cristiana.
Podemos ayudar a otros con una corrección que surge desde el deseo, desde el cariño, de apartarlos de un mal camino y de orientarlos hacia lo bueno, noble y justo.
Poder ayudar a otros es posible de mil maneras, incluso cuando les permitimos ayudarnos a nosotros mismos…
Hoy puedo abrir los ojos y el corazón ante las necesidades de quienes están cerca. Descubriré un horizonte de posibilidades, algunos hasta ahora nunca reconocidas, que me llevarán a ponerme en marcha y ofrecer un gesto de ayuda a quien me lo pide con sus palabras o con sus silencios…
Imagen de Sabine van Erp en Pixabay





