Por P. Joaquín Antonio Peñalosa

A una con la Comunidad Económica Europea, el Consejo de Europa y la UNESCO que están actuando seriamente contra la producción y tráfico de material pornográfico y violento en el mundo, el Vaticano acaba de publicar un interesante documento denominado Pornografía y violencia en las comunicaciones sociales. Dos realidades preocupantes que se han incrementado en los últimos años, no solo en los países ricos que fueron su cuna, sino además en las naciones en vías de desarrollo.

Filmes, videocasetes, programas televisivos, discos, casetes, libros, revistas, estampas, toda esta fauna comercializada que difunde la pornografía y exalta la violencia, se ha vuelto cada vez más prolífica, descarada y asequible. Está fácilmente al alcance de manos, ojos y oídos.

¿Efectos de la pornografía y la violencia? El menosprecio de los demás al considerarlos como objetos en vez de personas, la devaluación de la auténtica sexualidad entendida como búsqueda de placer individual en detrimento del amor en el matrimonio, la perversión de las relaciones humanas, la explotación de los individuos especialmente las mujeres y los niños, la sustitución del respeto debido a la persona por la agresión y la brutalidad, el debilitamiento de la vida familiar, el hecho de favorecer el menoscabo en los terrenos de la imaginación y del comportamiento, así como la inspiración de actitudes antisociales y la merma de valores morales.

La llamada pornografía blanda —soft core—, debilita progresivamente la sensibilidad ahogando el sentido ético del individuo hasta hacerlo indiferente a la dignidad y derechos de los demás. La pornografía, como la droga, puede crear dependencia y empujar a la búsqueda de un material cada vez más excitante y perverso, como en el caso del hard core.

En cuanto a las causas de esta escalada de pornografía y violencia en el ámbito de los medios de comunicación, el documento del Vaticano señala en primer término, la propagación de una moral permisiva —todo se permite, nada se prohíbe—, basada en la búsqueda de la satisfacción individual para acabar haciendo del placer —y no del deber— la norma de las acciones.

Habrá que añadir el beneficio económico, puesto que la pornografía es una industria lucrativa, un comercio de éxito que explota la debilidad humana, especialmente la de los jóvenes. Tampoco faltan los falsos argumentos que defienden pornografía y violencia a nombre de la libertad de expresión, cuando la responsabilidad pública de promover el bien común de la juventud, garantizar el respeto a la mujer, a la vida privada y a la moral pública, muestra claramente que la libertad no puede equipararse al libertinaje.

Así como hay que salvaguardar el legítimo derecho a la libertad de expresión, así hay que salvaguardar también el derecho de las personas, de las familias y de la sociedad a la vida privada, a la decencia pública y a la protección de los valores éticos esenciales de la existencia, sin puritanismos y moralinas, sin actitudes de pura restricción y censura.

Artículo publicado en El Sol de San Luis, 1 de julio de 1989; El Sol de México, 6 de julio de 1989. Forma parte del libro Día con día. Colaboraciones periodísticas 1988-1997 publicado en 2025 poe la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 7 de diciembre de 2025 No. 1587

 


 

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