El 12 de octubre de 1997 el Papa Juan Pablo II beatificó en el Vaticano al sacerdote agustino fray Elías del Socorro Nieves Castillo, mártir de la persecución religiosa en México asesinado el 10 de marzo de 1928. Se le conoce como el padre Elías o el padre Nieves. 

Por J. Jesús García y García |

Víctima frecuente del infortunio fue aquel ser que nació en un miserable tugurio del islote de San Pedro en la laguna de Yuriria a las seis de la mañana del 21 de septiembre de 1882 (Yuriria, contracción de Yuririapúndaro, que en purembe, la lengua de los mal llamados «tarascos», significa «lugar de sangre», o «lago de sangre»).

Mateo Elías fue uno de los hijos (tuvo una hermana) del labrador don Ramón Nieves y de doña Rita Castillo. Muchas fueron las desdichas que marcaron su vida de principio a fin. Entre ellas:

– Nació en estado agónico y por ello fue llevado rápidamente al templo parroquial, donde una hora después, con el Bautismo, recibió la regeneración salvadora.

– A la edad de doce años lo atacó la tuberculosis y el 24 de diciembre de 1894 tuvieron que administrarle el sagrado Viático y la Extremaunción. Sus familiares ya  lloraban su aparentemente inevitable muerte cuando él los consoló: «No lloren; al cabo no me voy a morir porque debo ser sacerdote».

– El 13 de octubre de 1895 su padre fue asesinado por unos salteadores cuando desempeñaba el empleo de mensajero postal en la ruta a Moroleón y Valle de Santiago.

– Tras de la muerte del jefe del hogar, la madre tuvo que vender la casita que la familia, con muchos sacrificios, había comprado hacía poco en el centro de Yuriria. El espectro del hambre asedió el hogar: la madre lavaba ropa ajena y Elías trabajaba en el campo. Juntando ambos salarios reunían apenas 35 centavos al día.

– No pudieron subsistir en Yuriria y en enero de 1900 emigraron a Celaya invitados por un pariente que era sacerdote agustino. Su morada en Celaya fue un humilde cuarto de vecindad que era dormitorio, cocina y todo. Doña Rita estaba enferma y ya no podía trabajar. Elías ganaba 75 centavos diarios desempeñando el humilde oficio de cargador, y su hermana Lucila ganaba 25 centavos en su trabajo de costurera. Elías tuvo que buscar ayuda adicional barriendo calles, haciendo mandados y tocando las campanas de un templo. Ocho personas formaban la familia: Doña Rita, Elías, Lucila, dos niños huerfanitos que eran sus parientes, una ancianita (se cree que era la abuela paterna de Elías) y dos señoritas, también huérfanas, que se habían agregado al grupo.

– Sólo diez meses permanecieron en Celaya y tuvieron que mudarse a Irapuato, donde contaron con la modesta protección que pudo ofrecerles el guardián del convento franciscano de Irapuato, que era hermano de doña Rita. Allí la mazorca se desgranó (inclusive se casó Lucila) y se quedaron solos Elías y su madre. Elías conservaba inalterada su vocación religiosa y esperaba la ayuda divina.

– Poco tiempo le duró el tío franciscano y diez días después de la muerte de éste, a fines de 1900, falleció su madre doña Rita.

– Regresó a Yuriria, con el afán de encontrar a su primo el padre Adeodato Castillo. Cuando éste oyó los propósitos de Elías de ser sacerdote, pretendió desalentarlo diciéndole: «¿Todavía piensas en eso, Elías? Quítate esa locura. Tú no eres para el colegio. Apenas si podrás con la yunta en el campo. Vete pronto a trabajar, porque terminarás haciéndote un holgazán». Durante tres años (1901-1904), el futuro mártir de Cristo Rey trabajó de labriego, arrimado al hogar de su hermana Lucila.

– El 7 de enero de 1904 reabrió sus aulas el colegio de San Pablo en el convento de Yuriria. Allí quiso ingresar Elías, pero por su personal apariencia, por su olvido de los estudios elementales y por la importunidad de su primo el padre Adeodato Castillo, que insistía en que su pariente «no era para el Colegio», fue rechazado.

Gracias a la ayuda del padre fray Agustín Flores, su confesor, Elías resolvió su problema y pudo ingresar al colegio de los padres agustinos. Venciendo dificultades de toda índole pudo sobrevivir a los estudios y se ordenó sacerdote cuando tenía la edad de 33 años (18 de marzo de 1916).

Fray Elías del Socorro Nieves ejerció sus primeros años de sacerdocio en diversos lugares: Yuriria, Aguascalientes, Maravatío y Piñícuaro. Cuando llegó a la Cañada de Caracheo, la última estación de su vía crucis terrenal, el templo vicarial no estaba terminado; pero, aunque sus feligreses eran pobres, en dos años logró concluirlo y pudo desarrollar un provechoso apostolado.

Dio ejemplo de ser muy caritativo; tenía un corazón abierto para remediar toda clase de necesidades; era amigo de los pobres; procuraba que los fieles se acercaran a los sacramentos, pidiéndoles que comulgaran para obtener la paz de la Iglesia; rezaba con mucha devoción. Todos decían que era un santo.

– Al llegar lo más cruento de la persecución religiosa, tuvo que celebrar la Misa e impartir los sacramentos en lugares privados, entre ellos una cueva en el cerro de La Gavia.

– A su refugio fueron a buscarlo los esbirros callistas y, por puro odio a la fe, lo fusilaron prácticamente a la entrada de Cortazar (10 de marzo de 1928).

Fue declarado beato, en Roma, el día 12 de octubre del año 1997.

 

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