Por Francisco Xavier Sánchez |

El miércoles santo, después de haber participado en los oficios de mi Diócesis, salí a Ixtepec, Oaxaca, para acompañar por los menos dos días (jueves y viernes santos) a mi amigo el P. Alejandro Solalinde, en su albergue que tiene para migrantes: “Hermanos en el camino”. Lo conocí personalmente en Abril del 2011, cuando pasé la Semana Santa completa en su albergue. Desde entonces hemos guardado contacto.

Alejandro Solalinde es un sacerdote que me impresiona profundamente. Le hice una entrevista la primera vez que lo encontré, pero desgraciadamente tuve problemas técnicos con la grabadora y no pude conservar la conversación. Esta última vez, aunque llevaba una grabadora y una cámara de video, no quise entrevistarlo. ¿Por qué? Porque hay muchos medios nacionales y extranjeros que lo buscan para eso y ya ha de estar cansado, aunque él no lo demuestra. Preferí que los pocos momentos que pudiéramos estar solos habláramos de lo que se nos viniera en gana, sin la necesidad de un guión predeterminado.

El jueves santo, antes de que empezáramos la modesta ceremonia de la institución de la eucaristía, del sacerdocio y del mandamiento del amor, recibí la noticia de la muerte de Gabriel García Márquez. Un autor que me ha acompañado en muchos de mis momentos de soledad que tanto me agradan. Lo que me gusta del “Gabo” es la facilidad que tiene en su libros para hacernos soñar e imaginar nuevas realidades a partir de hechos que parecen tan comunes y corrientes. Y aunque el Gabo manifestó ideas relacionadas a la justicia social, me hubiera gustado que un latinoamericano, tan conocido como él, se hubiera manifestado más en lo referente a la situación cada vez más deplorable que vivimos en el mundo, ya no sólo en Colombia o en México. En fin tal vez se objetará que cada quién tiene que realizar su propia misión profesional. Sin embargo considero que dadas las actuales circunstancias de violencia, pobreza, corrupción y enajenación política que vivimos en México, (para no ir tan lejos) es necesario que todos nos unamos (filósofos, teólogos, cineastas, literatos, investigadores, etc.) para denunciar y buscar alternativas a un mundo que se vuelve cada vez más inhumano e injusto.

En el poco tiempo que estuve en el albergue pude platicar con hermanos migrantes procedentes de Honduras, El Salvador y Guatemala, en su gran mayoría. Historias escalofriantes de pobreza y de injusticia. Y su paso por México es toda una aventura dantesca, en la cual, la gran mayoría se quedan sólo en el Infierno o en el Purgatorio, y pocos llegan al tan esperado Paraíso (Los Estados Unidos aunque parezca absurdo). Es “leyendo” la piel surcada por las arrugas y quemada por el sol de los migrantes, que entiendo todo lo que nos quería decir Emmanuel Levinas en sus escritos. El rostro me habla y me pide justicia.

El Viernes Santo hicimos un breve recorrido por las vías del tren y por las calles del pueblo. En esta ocasión le tocó cargar la cruz a Wilson, joven haitiano de 22 años de edad que, gracias al apoyo del P. Alejandro Solalinde, logró arreglar su situación migratoria y ahora estudia en nuestro país el 2º año de la carrera de Derecho. Hizo todo el recorrido descalzo. ¡Increíble! Con una temperatura entre 33º-35ºC caminando entre piedras calientes, ya que no siempre había sombra. Lo quiso hacer por su pueblo, por los centroamericanos, por los migrantes de todo el mundo.

Llegué a la ciudad de México, con más tristeza que esperanza. ¿Cómo celebrar la resurrección del Señor si la gran mayoría de nuestros hermanos todavía están haciendo el viacrucis y permanecen clavados en la cruz?

Salir del Éxodo en busca de la tierra prometida, el día de hoy se traduce en buscar una nueva economía mundial. Porque en la actualidad el mundo está hecho una mierda, y lo peor de todo es acostumbrarnos al olor del excremento. Como decía Dostoievski y lo repetía Levinas: “Todos somos responsables de todos, y yo más que los otros.”

Sin mucho que festejar, pero con la semilla de la esperanza sembrada en mí por rostros como el de Alejandro, Wilson, Guadalupe, y otros más, deseo una pronta resurrección para nuestro mundo.

 

 

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