Las historias de vida recopiladas a lo largo de este reportaje demuestran una fuerte falla por parte del Estado mexicano en su manejo del proceso migratorio.

Por Rodolfo Azomoza Pastor

La familia de Joseph es proveniente de la región noroeste de Guatemala, donde se habla el idioma mam. “Yo soy chapín de corazón”. Así comenzó a contar su historia Joseph, compartiendo que las raíces de su familia son indígenas. Su llegada a México fue consecuencia de una fuerte adicción a la heroína con la que batalló por muchos años; fue aquí donde logró ponerle fin.

“Aquí pasan personas con historias más fuertes que la mía, con problemas de persecución, problemas de crisis económica”. El trabajo que Joseph ha realizado lo ha ayudado con sus propios problemas, pues explica: “Así he podido servir a otras personas”. Es por eso que explica que le resulta extraño tener que regresar a casa, donde, aunque tiene más comodidades, su familia se ha vuelto un poco ajena para él.

Aunque Joseph decida estar en México porque ama el país, ha visto en primera mano el trato que reciben las personas migrantes aquí. Contó una historia sobre un delincuente de la zona que entró armado al albergue y asaltó a todos los migrantes que se alojaban ahí. Al llamar a las autoridades, estas se negaron a actuar, debido a que se trataba de personas que estaban “ilegalmente en el país”, y los amenazaron con detenerlos y entregarlos a las autoridades migratorias si seguían contactando a la policía.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 9 de julio de 2023 No. 1461

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