ENTRE PARÉNTESIS | Por José Ismael BÁRCENAS SJ |

En los años que tengo de ser sacerdote, pocas misas han sido tan difíciles como la que tuve que celebrar el pasado fin de semana. Estaba de visita en una ciudad en la que viví varios años y regresaba a la boda de unos amigos. Días antes conversé con los novios, ultimamos detalles para la ceremonia, recordamos aquella vez que fuimos a un concierto de Café Tacuba y estábamos tan a gusto ‘platicando’, como decimos en México cuando charlamos, que pasaron las horas y ni cuenta nos dimos.

Ese día en la noche, ya de regreso a la comunidad de los jesuitas donde me hospedaba, vía Facebook, me contactaron Ale y Karla, antiguas alumnas. Me preguntaron si estaba enterado de la desaparición de la hermana de G. Respondí que había visto la foto de una chica en las redes sociales, pero no había prestado atención. Desgraciadamente cada tanto aparecen fotos de gente a quien se busca y, por costumbre o por evitar el dolor, se desvía la mirada. Sin embargo, en esta ocasión, la pena no era ajena, conocía a la familia. Hablé a G. Le dije que la acompañaba en este momento tan difícil e incierto, le mandé un abrazo y me puse a su disposición por si en algo pudiera ayudar.

Las compañeras de G. me volvieron a escrbir, estaban consternadas, tristes e impotentes. Me propusieron que celebráramos una misa en apoyo para la familia y para pedir que pronto regresara la hermana desaparecida. Se consiguió la capilla del colegio donde fui profesor; acordamos día y hora para la misa. Llegado el momento, cuando iba en camino, me preguntaba: “¿Pero qué voy a decir?”.

Por estas fechas, Sergio Aguayo, intelectual e investigador del Colegio de México, publicó un informe titulado: En el desamparo, sobre las tragedias de San Fernando, Tamaulipas y Allende, Coahuila. Ahí se da cuenta de cómo el crimen organizado ha penetrado y corrompido a policías locales y estatales de tal manera que, con total impunidad, hace lo que quiere en varias zonas del país. En ciertos Estados y regiones, la población está a expensas de la extorsión. Desde hace años se vienen oleadas de inseguridad en donde proliferan balaceras, secuestros y ‘levantones’, estos últimos remiten a que un grupo de sujetos armados raptan a alguien y nunca más se sabe de él. Si acaso, cuando aparecen tumbas clandestinas, con suerte se localizan los restos del desaparecido.

En todo esto reflexionaba cuando me revestía en la sacristía. Pensé que, a pesar de lo triste que es el panorama, hay que apostar por la esperanza. Y de aquí me lancé a decir que, en estos momentos de dolor, impotencia e incertidumbre, mantengamos la confianza y, a la vez, nos preparemos para cualquier tipo de escenario que se presente. Claro, apostemos por que todo salga bien, pero viviendo la experiencia de que, en las buenas y en las malas, el Buen Dios nos sostiene, contiene, acompaña e impulsa a seguir adelante. Dentro de la dificultad, creo que hay una invitación a que, cada uno y en donde estemos, seamos portadores y constructores de paz, aún en los torbellinos de violencia y odio.Creo que la fe es ese componente que mantiene la fuerza y el sentido de la vida, incluso cuando campea el sin-sentido.

Dos días traje el corazón en ascuas. Me dolía mucho este caso. Estaba muy tocado por haber visto las lágrimas de mi alumna y de su papá. Mi pensamiento iba y venía por la joven raptada. Invocaba a la Virgen de Guadalupe que le diera el temple y la serenidad para soportar el horror del secuestro. Afortunadamente llegaron mensajes al teléfono celular (móvil) dando la buena noticia de que se encontró bien y con vida a la hermana de G. No cabía de gusto y grato asombro.

A la fecha, me acompaña un sentimiento agridulce. Por una parte estoy muy contento de que, en esta ocasión y casi milagrosamente, todo salió bien. Pero este caso me ha permitido vivir de cerca el dolor de las víctimas y de sus familiares, y de saber que no siempre se tiene la noticia esperada. Por eso, por toda la gente que vive la incertidumbre de tener un familiar desaparecido o fallecido en un secuestro, mi oración y sincero abrazo.

En cuanto a mi país, y en nuestras regiones, algo tenemos qué hacer para revertir esta situación.

@elmayo

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