Se han cumplido 100 días del pontificado de Francisco. Como suele hacerse con los gobernantes de naciones, la prensa y los opinadores suelen hacer balances de las acciones realizadas. Como católicos sabemos que los tiempos de la Iglesia no son los de un gobierno secular; por lo tanto, encapsularlos en esta categoría es un poco forzado. Sin embargo, con el fin de tener una fotografía del momento que vive la Iglesia, conviene hacer este ejercicio.

 

DESDE EL FIN DEL MUNDO

Tres han sido hasta hoy los ejes de su actuar. En primer lugar tenemos sus gestos, acciones simbólicas que mandan mensajes claros al mundo: eliminar los cristales de seguridad al papamóvil, con lo cual el contacto con los fieles es más cercano; negarse a vivir en los aposentos pontificios; renunciar a sus vacaciones en la casa de campo; dormir en su habitación en Santa Marta; quitar los excesos suntuosos en su vestir; reciclar sus sotanas; llevar los zapatos gastados; suprimir un bono extra que recibían los empleados vaticanos. Todo habla de un Papa sencillo que busca una Iglesia pobre.

Esto ha generado corrientes de simpatía hacia su pontificado. Muchos que se sentían alejados de su raíz católica ahora se han acercado un poco más. Más del 80% de los italianos y estadounidenses le dan su aprobación y opinólogos reacios al catolicismo se pronuncian a favor de Francisco.

En segundo lugar está la forma sencilla y directa de expresar las verdades de fe y los señalamientos de las injusticias. No ha publicado hasta ahora eruditos documentos y varias veces ha dejado a un lado los sermones que le han preparado cargados de citas. Una y otra vez nos ha recordado la infinita misericordia que Dios tiene sobre nosotros y ha señalado a los pastores hipócritas que se hacen esclavos de las normas y olvidan la misericordia. Ha pedido que como Iglesia salgamos a las periferias existenciales, que es preferible nos equivoquemos en nuestros trabajos pastorales a estar encerrados y ocultar la luz que se nos ha dado. A los obispos les ha pedido que «huelan a oveja», les ha exhortado a dejar lujos innecesarios. Ha señalado las injusticias del hambre y de una economía que denigra y explota a los seres humanos. Con ocasión de la última cumbre del G8 realizada, Francisco le envió una carta al primer ministro británico y anfitrión de la reunión, David Cameron: «El fin de la economía y de la política es servir a los hombres, empezando por los más débiles», se leía en la misiva.

En tercer lugar están sus acciones al interior de la Iglesia. Sorprendió al nombrar una comisión de 8 cardenales que le ayudarán a una profunda reforma, lo cual nos habla de su sentido de colegialidad, y anunció que elegirá a un noveno cardenal que represente a las iglesias orientales. Lentamente está poniendo orden en el banco vaticano y ha desatorado pronunciamientos sobre las «religiosas rebeldes» de Norteamérica.

 

LA ESPERANZA

Estamos frente a un Papa que nos ha recordado la sencillez y humildad del cristianismo; nos muestra cómo conectar con los hombres y mujeres del siglo XXI. Es el inicio de una primavera que esperamos esté llena de frutos para la mayor gloria de Dios.

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