Por Alberto Suárez Inda, Arzobispo de Morelia
El 14 de septiembre de 1813, José María Morelos firmó de su puño y letra en Chilpancingo el memorable documento llamado “Los Sentimientos de la Nación”. Estamos pues conmemorando el Bicentenario de este texto que podemos calificar de fundacional para nuestra patria.
Claridad, sobriedad y firmeza son características de los 23 postulados que se establecían como la base de una identidad nacional. Siendo Morelos un hombre profundamente creyente, encontró en la fe cristiana las raíces de la libertad y la justicia, así como el carácter de servicio que debe distinguir el ejercicio de la autoridad. En la mejor tradición bíblica se inspiró para autonombrarse él mismo “Siervo de la Nación”.
Es fuerte la declaración de la dignidad igual de los individuos al proscribir para siempre la esclavitud y la distinción de castas. “Sólo distinguirá a un individuo de otro, el vicio y la virtud”. El ideal de una mayor equidad pide que las leyes “moderen la opulencia y la indigencia y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, aleje la ignorancia, la rapiña y el hurto”.
Un principio sabio es la división de poderes, separando las atribuciones del “Legislativo, Ejecutivo y Judicial” y pidiendo que los funcionarios sean “sujetos sabios y con probidad”. Sentencia que conserva toda su actualidad es que “la buena ley es superior a todo hombre”, ya que la ley justa busca más que intereses egoístas, el bien de la comunidad y así garantiza el bienestar de todos.
Algo sin duda novedoso y para algunos discutible en su tiempo, era la afirmación de que “la soberanía dimana directamente del pueblo”, quien la deposita en sus representantes. Igualmente declara que un gobierno tiránico nunca se justifica. Después de dos siglos, no acabamos de asimilar la cultura de la verdadera democracia.
Comprobamos así mismo todavía hoy que las diferencias escandalosas en la distribución de la riqueza siguen siendo origen de muchos males, caldo de cultivo para la delincuencia, causa de resentimientos y violencia.
Preocupado Morelos por la pureza de la fe católica, reconoce abiertamente la misión del Papa y los Obispos en orden a preservar la autenticidad de la doctrina. En nada se opone, según él, la verdad evangélica a los derechos de las personas ni a la soberanía de un pueblo. En su devoción ferviente a María de Guadalupe, la proclama como “la Patrona de nuestra libertad”.