Por Jaime Septién
En entrevista para El Observador de la Actualidad, Mons. Ramón Castro Castro, obispo de Cuernavaca y nuevo Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), comparte su sentir sobre el voto de confianza que recibió, la esperanza de un cambio en cuestión de violencia y el deseo de seguir trabajando por la paz junto a los gobernantes y el pueblo de Dios.
– ¿Qué significa para usted esta nueva responsabilidad que le asigna Dios Nuestro Señor a través de sus hermanos obispos?
En primer lugar, gracias por la entrevista. Debo decir que formal y cronológicamente es la primera que recibo en este cargo y me llena de alegría que sea para Ustedes. En segundo lugar, gracias por la pregunta planteada en estos términos que me parecen son los correctos: Dios nuestro Señor, a través de mis hermanos Obispos, ha tenido a bien darme esta responsabilidad. No puedo y no cabe verlo de otra forma.
Significa, en primer lugar, y considerando todas las nuevas responsabilidades que en esta Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano se estrenan (al frente del Consejo de Presidencia y de las Comisiones y Dimensiones Episcopales), que Dios está presente en la historia del pueblo mexicano y que impulsa a su Iglesia a caminar, a no ceder ante ninguna de las tentaciones de la mundanidad y sus insinuaciones, que quisieran una Iglesia distraía de las vicisitudes humanas y ensimismada, al grado de olvidar que estamos aquí, los Pastores, para apacentar el rebaño en nombre de Cristo Jesús, Buen Pastor.
Significa, también, que mis hermanos Obispos (debo decir la gran mayoría), me dieron un voto de confianza que me entusiasma para trabajar con lo mejor de mi persona, pero sabiendo que quien realmente Preside la Conferencia del Episcopado Mexicano es Dios mismo, es Jesús, nuestro Buen Pastor. Y, por esto último, significa que Dios me da una nueva oportunidad para amarlo, apacentando el rebaño que me corresponde, y ahora también dando un servicio a la Colegialidad Episcopal de México.
– ¿Cuál es el panorama del México violento que contempla desde su experiencia pastoral en Cuernavaca?
La Diócesis de Cuernavaca, centro del Estado de Morelos, es un botón de muestra, y ni siquiera hoy el más significativo, de la triste realidad de violencia extendida en todo el territorio nacional. Botón de muestra con características propias, pero, a la vez, con elementos comunes a tantos otros lugares como Chiapas, Michoacán, Culiacán, Oaxaca, Guerrero y un largo etc. Los datos que expresan los hechos están ahí, no los invento y nadie, en sano juicio, debería negarlos. La violencia que estamos viviendo es inaudita.
Ustedes saben que desde que fueron asesinados en el año 2022, dos Sacerdotes Jesuitas que trabajaban en la Sierra Tarahumara, la Iglesia (y con ella muchas otras instancias civiles, académicas, religiosas, políticas de casi todos los partidos, además del acompañamiento puntual de muchas instancias extranjeras interesadas en la mejoría del país en materia de seguridad ciudadana y paz social), organizó y desarrollo una gran “Consulta Nacional”, como preparación para un amplio “Diálogo Nacional por la Paz y la Justicia en México”, lo que derivó después en una “Agenda Nacional por la Paz y la Reconciliación”, que sigue congregando y poniendo a trabajar a miles de personas y a cientos de organizaciones en una misma dirección: la justicia, el amor y la paz en México.
La realidad social de violencia cotidiana me interpela y me entristece, pero también la realidad de una Iglesia trabajando por la paz, desde varias pistas, a varios niveles, con distintos promotores y con una clara visión, me alientan mucho. Vuelvo al punto de la primera pregunta: Dios está con su pueblo y camina con él, por eso tengo mucha esperanza en que podremos cambiar, para mejor, todas las formas de violencia y detener los ríos de sangre que corren por doquier y claman al cielo.
– ¿Cómo será la relación con la presidencia de Claudia Sheinbaum, recordando que firmó con notables diferencias el compromiso de la Agenda por la Paz?
No hay cambios significativos de nuestra parte: la CEM reconoce y respeta la investidura presidencial que porta ahora la Dra. Sheinbaum. La CEM promueve el diálogo abierto y transparente entre todos los sectores sociales en pro de alcanzar, poco a poco, el bien común. Los ministros religiosos que pertenecemos a la CEM tenemos claro cuáles son nuestros derechos y también nuestros deberes para con el todo de la Nación, y procuraremos cumplir a cabalidad lo que nos rige internamente desde el derecho canónico, así también como el ordenamiento jurídico vigente en nuestro país.
Si la Presidenta de México lo quiere, aquí estamos nosotros para colaborar en su proyecto al servicio de la gran nación mexicana, pues deseamos y pedimos en nuestras oraciones, por el éxito de sus gestiones gubernamentales y las de su equipo, pues de ellos dependen muchas cosas buenas y esenciales para millones de personas.
Pero también, y por naturaleza misma de la Iglesia, no podemos renunciar a denunciar injusticias, malas leyes, procedimientos viciados, corrupción, fallidas políticas públicas y, en general, todo aquello que, en lugar de construir en sano juicio el bien común, destruya lo alcanzado en el pasado, pues México no se está inventando de cero ahora.
Y estas mismas actitudes nuestras las mantendremos, también (con ajustes y adaptaciones), para con los actores del mercado, particularmente con la iniciativa privada (los empresarios), tan necesaria para el desarrollo del país; como con las instancias civiles, religiosas, académicas, educativas y un largo etc. La Iglesia, por su naturaleza, es incluyente, busca privilegiar las actitudes que sumen y no que resten, además de proponer el método del diálogo para superar conflictos o visiones contrapuestas, así como su humanismo integral solidario como el que se expresa en la doctrina social de la Iglesia.
– ¿Qué espera el nuevo presidente de la CEM de los laicos en este camino por la paz y la reconciliación que ha emprendido junto con los jesuitas, los religiosos y las religiosas, así como los movimientos laicales de todo el país, muchos de ellos trabajando desde el interior de organizaciones civiles?
Buena pregunta y, para no dar rodeos, esperaría cinco cosas de los fieles cristianos laicos: visión, apertura, capacidad de diálogo, organización y claridad de metas para que, lo que emprendan, llegue a buen puerto y de sus frutos. No quisiera un laicado dormido, desatento, desesperanzado, falto de creatividad, sin coraje y con poca generosidad, “mandadero” (como dice al Papa Francisco) de la jerarquía eclesiástica, con escasa autoestima laical y sin creérsela que, también en ellos, actúa el Espíritu Santo. Lo que está pasando en el país, que es muy delicado y desafiante, servirá para despertar al gigante dormido en la Iglesia que es el laicado.
La participación de los fieles laicos preparados, no improvisados, en los itinerarios, experiencias, investigaciones y promociones específicas que buscan la justicia y la paz en México, es imprescindible, necesaria y urgente de promover. Es decir, espero que los laicos se manifiesten a la altura de la circunstancia.
– ¿Qué le hizo aceptar este cargo?
Que yo no lo busqué, que toda mi vida he intentado ser fiel a mi Señor y que ahora tengo una nueva oportunidad, y que amo profundamente a México a quien veo siempre con ojos de esperanza.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 24 de noviembre de 2024 No. 1533