LA PRIMERA APARICIÓN

En víspera del día de san Vicente de Paúl, el 19 de julio, la Hermana Superiora habló a las novicias sobre las virtudes de su santo Fundador y le dio a cada una de ellas un trozo de material de su camisola. Catalina le rezó con fervor a san Vicente para que le concediera ver con sus propios ojos a la Madre de Dios.

Estaba convencida de que esa misma noche vería a la Santísima Virgen María. En su convicción, Catalina se quedó dormida. Poco después, la despertó una luz brillante de la que venía la voz de un niño. “Sor Labouré, ven a la capilla; la Santísima Virgen te espera”.

Catalina contestó: “Nos van a descubrir”.

El pequeño sonrió: “No te inquietes, son más de las once y media, todos están durmiendo… ven, estoy esperándote”. Ella se levantó rápidamente y se vistió. Las luces del pasillo estaban encendidas. Las puertas de la capilla, que estaban cerradas con llave, se abrieron cuando el ángel las tocó. Asombrada, Catalina encontró la capilla iluminada con luces como preparada para la misa de gallo. En seguida, se arrodilló en la barandilla de comunión, y de repente, oyó el susurro de un vestido de seda… la Santísima Virgen, iluminada de gloría, sentada en la silla del padre director.

El ángel murmuró: “La Santísima Virgen desea hablar contigo”.

Catalina se levantó, se arrodilló al lado de la Santísima Virgen y apoyó las manos en su regazo.

María le dijo: “Mi niña, el buen Dios desea encargarte una misión. Te van a contradecir, pero no tengas miedo; tendrás la gracia para hacer lo que es necesario. Cuenta a tu director espiritual todo lo que te ha pasado. Los tiempos son siniestros en Francia y en el mundo”.

El rostro de la Virgen muestra una expresión de dolor.

“Ven al pie del altar. De aquí, gracias serán derramadas sobre todos, grandes y pequeños, especialmente sobre aquellos que las buscan. Tú tendrás la protección de Dios y de san Vicente. Yo siempre te protegeré. Habrá mucha persecución. La cruz será tratada con desprecio. Será tirada en el suelo y correrá sangre”. Entonces, después de haber hablado por un rato, la Señora, como una sombra que se desvanece, se fue.

Una vez más, siguiendo al niño, Catalina abandonó la capilla, caminó por el pasillo y regresó a su sitio en el dormitorio. El ángel desapareció y cuando Catalina se fue a la cama, oyó cómo el reloj marcaba las dos de la mañana.

LA SEGUNDA APARICIÓN

María le dio esta misión en una visión mientras meditaba la noche del 27 de noviembre de 1830. Catalina vio a María parada en lo que parecía ser la mitad de un globo y sosteniendo una esfera dorada en sus manos como si estuviera ofreciéndola al cielo. Nuestra Señora le explicó que la esfera representaba a todo el mundo, pero especialmente a Francia.

Los tiempos eran difíciles en Francia, sobre todo para los pobres. Francia fue el primer país en experimentar muchos de estos problemas, los cuales finalmente alcanzaron otras partes del mundo. De los anillos en los dedos de María, mientras sostenía la esfera, salían muchos rayos de luz. María explicó que los rayos simbolizan las gracias que ella obtiene para aquellos que las pidan. Sin embargo, algunas de las joyas en los anillos estaban apagadas. María explicó que los rayos y las gracias estaban disponibles, pero nadie las había pedido.

LA TERCERA APARICIÓN Y LA MEDALLA MILAGROSA

Entonces la visión cambió para mostrar a Nuestra Señora parada sobre un globo con sus brazos extendidos y con los rayos de luz todavía saliendo de sus dedos. Dando forma a la figura había una inscripción: “Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti”.

El significado de la parte frontal de la Medalla Milagrosa
María está de pie sobre un globo, aplastando la cabeza de una serpiente bajo sus pies. Se para sobre el globo, como la Reina del Cielo y de la Tierra. Sus pies aplastan la serpiente para proclamar que Satanás y todos sus partidarios no tiene poder frente a ella (Gén 3:15).

El año 1830 que aparece en la Medalla Milagrosa es el año en que la Santísima Virgen dio el diseño de la Medalla a santa Catalina Labouré.

La referencia a María concebida sin pecado manifiesta el dogma de la Inmaculada Concepción de María —a no confundirse con el nacimiento virginal de Jesús y que se refiere a María sin pecado, “llena de gracia” y “bendita entre todas las mujeres” (Lucas 1:28)— que fue proclamado 24 años más tarde, en 1854.

El significado del reverso de la Medalla Milagrosa
La visión de Catalina continuó y pudo ver el diseño al reverso de la medalla. Doce estrellas rodean una “M” grande de la que surge una cruz. Debajo hay dos corazones con llamas surgiendo de ellos. El Sagrado Corazón de Jesús está rodeado de espinas y el Inmaculado Corazón de María perforado por una espada.

Las doce estrellas se refieren a los Apóstoles, que representan la Iglesia entera en torno a María. También nos recuerdan la visión de san Juan, escritor del Apocalipsis (12:1), donde “un gran signo apareció en el cielo, una mujer vestida con el sol, y la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas”. La cruz simboliza a Cristo y nuestra redención, con la barra bajo la cruz simbolizando la tierra. La “M” representa a María, y su inicial entrelazada con la cruz demuestra la estrecha participación de María con Jesús y en nuestro mundo. En esto vemos el papel de María en nuestra salvación y su función como Madre de la Iglesia. Los dos corazones representan el amor de Jesús y de María por nosotros (ver también Lucas 2:35).

La Medalla para todo el mundo

Entonces María dijo a Catalina: “Haz acuñar una medalla según este modelo. Quienes la lleven puesta recibirán grandes gracias, especialmente si la llevan alrededor del cuello”. Catalina le explicó a su confesor cada una de las apariciones con detalle. Ella no reveló que había recibido el diseño de la Medalla hasta un poco antes de su muerte, 46 años después.

Con la aprobación de la Iglesia, las primeras Medallas fueron creadas en 1832 y distribuidas en París. Casi inmediatamente, las bendiciones que María había prometido empezaron a derramarse sobre aquellos que llevaban puesta su medalla. La devoción se propagó como fuego. Milagros de gracias, salud, paz y prosperidad siguieron. Dentro de poco, la gente comenzó a llamarla la Medalla “Milagrosa”. En 1836 se emprendió una investigación canónica en París declarando las apariciones auténticas.

No existe superstición, ni magia, en relación con la Medalla Milagrosa. La Medalla Milagrosa no es un “amuleto de buena suerte”. Más bien, es un gran testimonio de fe y confianza en el poder de la oración. Sus milagros más grandes son de paciencia, de perdón, de arrepentimiento y de fe. Dios usa una medalla, no como un sacramento, sino como un agente, un instrumento que trae consigo gracias maravillosas. “Las cosas débiles de esta tierra Dios las ha escogido para confundir a los fuertes”.

Cuando la Santísima Virgen dio el diseño de la medalla a santa Catalina Labouré, le dijo: “Ahora deben dársela a todo el mundo y a cada persona”.

Con información de: Asociación de la Medalla Milagrosa

 

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