Por Juan Gaitán
El XIV Dalai Lama recordó el pasado sábado en la Universidad Pontificia de México que “todas las tradiciones religiosas tienen una especie de potencial inmenso para traer la paz interior y así servir a los demás.” Resulta evidente —¡y una alegría!— que el compromiso social se vive también más allá de la Iglesia, que existen muchos puntos en común entre los profetas cristianos y los no cristianos.
La globalización es un fenómeno que afecta todas las dimensiones de la vida humana y que se vive hoy con más fuerza que nunca. Es por esto que la Iglesia, leyendo los signos de los tiempos, reconoce que para la construcción de un mundo de justicia y de paz, es necesaria la colaboración entre las naciones, las culturas, las religiones (especialmente a partir del Concilio Vaticano II).
Malala Yousafzai: Un testimonio de profetismo más allá de la Iglesia
“Pero antes que nada, gracias a Dios, para quien todos somos iguales.” Así es como Malala Yousafzai introdujo su discurso ante la ONU, en defensa del derecho de las niñas a recibir educación en Pakistán y en el mundo entero.
Malala es una joven musulmana de dieciséis años, originaria de la región del valle de Swat, al norte de Pakistán. Este territorio se encuentra dominado por el régimen Talibán, que ha prohibido tanto la educación laica, como la educación para las mujeres. Desde hace algunos años, Malala escribía un diario por Internet para la BBC, el noticiero más importante de Inglaterra, acerca de su vida cotidiana bajo el régimen Talibán.
En dicho diario ella, con voz de profeta y siendo consciente del gran riesgo que implicaba, denunció la prohibición de la educación para las niñas y compartió con el mundo su frustración por no poder asistir a clases. Este hecho hizo enfurecer al régimen Talibán, por lo que el 09 de octubre del año pasado, Malala recibió dos disparos, uno en el cuello y otro en la cabeza, con la “justificación” (¡?) de que la joven es “pro-occidental” y atenta contra el Islam. Gracias a la pronta atención médica en un hospital militar de Pakistán, logró sobrevivir. Posteriormente fue intervenida quirúrgicamente con éxito en Inglaterra. Por su labor en defensa de la dignidad humana, Malala fue nominada este año al Premio Nobel de la Paz, convirtiéndose en la persona más joven que ha sido nominada para este premio.
Su hermoso y fuerte discurso ante la ONU es una muestra de que existen puntos comunes entre las culturas y las religiones para trabajar unidos: “Ni siquiera odio al talibán que me disparó, aun si hubiera una pistola en mi mano, y él estuviera frente a mí, no le dispararía: Ésta es la compasión que aprendí de Mahoma, el profeta de la misericordia, de Jesucristo y del señor Buda. Éste es el legado del cambio que he heredado de Martin Luther King, Nelson Mandela y Mohammed Ali Jinnah. Ésta es la filosofía de no violencia que he aprendido de Gandhi Jee, Bacha Khan y la Madre Teresa. Y éste es el perdón que he aprendido de mi madre y mi padre. Esto es lo que mi alma me dice: sé pacífica y ama a todos.”
El Documento de Aparecida dice: “Nos comprometemos a trabajar para que nuestra Iglesia Latinoamericana y Caribeña siga siendo, con mayor ahínco, compañera de camino de nuestros hermanos más pobres, incluso hasta el martirio.” (DA n. 396) Malala Yousafzai es vivo testimonio de cómo estas líneas pueden ser llevadas a la realidad.
Que este caso ejemplar nos empuje a mirar con ojos de admiración y respeto a los profetas, tanto cristianos, como no cristianos, que son compañeros de camino de las personas más pobres, incluso hasta el martirio. Que sepamos reconocer ese potencial de servicio en las confesiones no católicas, para que así, impulsados por el amor de Cristo, el Mártir por excelencia, nos solidaricemos en la construcción global de un mundo de justicia para el beneficio de nuestros hermanos que más sufren.
Discurso de Malala en la ONU:
http://www.youtube.com/watch?v=UJZHFlao88Y
Sitio web del Fondo Malala (por ahora sólo en idioma inglés)