REPORTAJE /

Por Gilberto Hernández García /

Del 8 al 10 de octubre se está realizando en Brasilia la III Conferencia Global sobre Trabajo Infantil, patrocinada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y que reúne a representantes de gobiernos, interlocutores sociales y la sociedad civil, a fin de compartir políticas y experiencias sobre la lucha mundial contra el trabajo infantil.

La Conferencia –organizada por el Gobierno de Brasil– será una oportunidad para reflexionar sobre los progresos alcanzados desde que se celebró la anterior conferencia global que tuvo lugar en La Haya, en 2010, y para discutir las maneras de acelerar los esfuerzos mundiales para combatir el trabajo infantil, en particular en sus peores formas.

La Conferencia se realiza pocas semanas después de que el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil de la OIT (IPEC) publicara nuevos datos que muestran una disminución significativa del trabajo infantil en todo el mundo. No obstante, el informe también advierte que el objetivo de eliminar las peores formas de trabajo infantil para 2016 no será alcanzado al ritmo actual.

Diversos estudios señalan que existe una gran cantidad de niños que trabajan cuando deberían estar en la escuela. Además la preocupación ante este extendido fenómeno radica principalmente en las clases de trabajo que efectúan los niños, algunas de las cuales causan daños físicos, psicológicos o morales irreversibles o incluso amenazan sus vidas.

Más que números

Aunque es difícil obtener datos exactos, algunos estudios calculan que 211 millones de niños de entre 5 y 14 años, más 141 millones de niños de entre 15 y 17 años son “económicamente activos”, esto es, están ocupados en alguna forma de trabajo. Estas cifras suscitan una serie de cuestiones claves: ¿Por qué trabajan los niños? ¿Qué los obliga a trabajar? ¿Por qué la sociedad lo permite?

El informe «Medir los progresos en la lucha contra el trabajo infantil», publicado el pasado mes de septiembre por parte de la OIT, sostiene que el número de niños trabajadores descendió en una tercera parte desde 2000, de 246 millones a 168 millones. No obstante, esta disminución no es suficiente para alcanzar el objetivo de eliminar las peores formas de trabajo infantil para 2016, una meta acordada por la comunidad internacional.

Más de la mitad de los 168 millones de niños trabajadores en el mundo están involucrados en actividades peligrosas. Se trata de trabajos que ponen directamente en peligro su salud, seguridad y desarrollo moral. El número actual de niños que realizan trabajos peligrosos es de 85 millones, frente a los 171 millones que había en 2000.

Del citado informe se desprenden datos como que el mayor número absoluto de niños trabajadores se encuentra en la región de Asia y el Pacífico, (casi 78 millones), pero África subsahariana continúa siendo la región con la incidencia más alta de trabajo infantil en términos de porcentaje de la población: un 21 %.

La incidencia del trabajo infantil es más alta en los países más pobres, pero los países de ingresos medios tienen el mayor número de niños trabajadores. En tanto el trabajo infantil entre las niñas disminuyó un 40 % desde 2000, en comparación con el 25 % de disminución en el caso de los niños.

La agricultura sigue siendo con diferencia el sector en el que más niños trabajadores hay (98 millones de niños –un 59 %–), pero el problema no es desdeñable en el sector servicios (54 millones) y la industria (12 millones), en su mayor parte en la economía informal.

En los países desarrollados también niños que trabajan, sin embargo tiene proporciones menores a la de los países en vías de desarrollo; además los instrumentos de protección parecen ser más eficaces.

¿Es «malo» que trabajen los niños?

No todo el trabajo efectuado por niños debe ser clasificado para su eliminación. La participación de niños o adolescentes en un trabajo que no afecta su salud y desarrollo personal ni interfiere con su educación es considerado por lo general como algo positivo. Esto incluye actividades tales como ayudar a sus padres en la casa, asistir en un negocio familiar o ganarse dinero para gastos personales fuera de las horas de escuela y durante las vacaciones escolares. Estas actividades contribuyen al desarrollo de los niños y al bienestar de sus familias; les hace obtener habilidades y experiencia, y ayudan a prepararlos para ser miembros productivos de la sociedad durante su vida adulta.

El término “trabajo infantil” se define como el que priva a los niños de su infancia, su potencial y su dignidad, y que es nocivo para su desarrollo físico y mental. Se refiere al trabajo que es física, mental, social o moralmente perjudicial para el niño, y le limita la oportunidad de ir a la escuela o le obliga a abandonar prematuramente las aulas, o exigiendo que intente combinar la asistencia a la escuela con largas jornadas de trabajo pesado.

Peores formas de trabajo infantil

En sus formas más extremas, el trabajo infantil implica niños que son esclavizados, separados de sus familias, expuestos a graves riesgos y enfermedades y/o abandonados a valerse por sí mismos en las calles de las grandes ciudades, a menudo a muy temprana edad.

Implica la venta y el tráfico de niños, servidumbre por deudas y trabajo forzoso u obligatorio, incluido el reclutamiento forzoso de niños para utilizarlos en conflictos armados; la utilización u oferta de niños para la prostitución o pornografía; el empleo de niños para actividades ilícitas, como la producción y el tráfico de drogas.

El trabajo peligroso y las formas incuestionablemente peores de trabajo infantil ocurren en todas partes del mundo. Su extensión es alarmante: más de dos tercios del número total de trabajadores infantiles, esto es, uno de cada ocho niños en el mundo, o un total de casi 180 millones de niños, son explotados en las peores formas de trabajo.

Las causas

En la II Conferencia Global sobre Trabajo Infantil, que se celebró en 2010, se dijo que «las familias pobres suelen contar con la contribución de los niños al presupuesto familiar ó, debido a la insuficiencia de los ingresos familiares, no pueden pagar los costos directos o indirectos de la educación». Por tanto, una parte esencial de la estrategia para combatir el trabajo infantil es luchar contra esta pobreza familiar.

También se reconoció que «la eliminación del trabajo infantil está íntimamente relacionada con el progreso de la educación básica. Según las estimaciones más recientes, 72 millones de niños en edad de ir a la escuela primaria, de los cuales más de la mitad son niñas, así como 71 millones de niños en edad de ir a la escuela secundaria, no están escolarizados. Además, muchos de los niños escolarizados no asisten a la escuela de forma regular».

Por lo tanto, debe reforzarse el compromiso a nivel mundial, nacional y local para garantizar el acceso a la educación a todos los niños que han alcanzado la edad mínima de admisión al empleo, así como ofrecer oportunidades para aquellos jóvenes que no tuvieron la oportunidad de recibir una educación formal.

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