Por Felipe Arizmendi, Obispo de San Cristóbal de Las Casas /
SITUACIONES
Nos ha llegado de Roma la aprobación que nos concedió el Papa Francisco de las fórmulas sacramentales en tseltal y tsotsil para el bautismo, la confirmación, la Misa, la confesión, la unción de los enfermos, el matrimonio y la ordenación. Las fórmulas son las palabras centrales de cada sacramento, esenciales para su validez. Por ejemplo, para el bautismo: Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Para la consagración del pan en la Misa: Tomen y coman, esto es mi Cuerpo que será entregado por ustedes.
Esta aprobación es un reconocimiento del trabajo que hicimos por llegar a tener una traducción aprobada por la Iglesia del tseltal, idioma que sólo se usa en nuestra diócesis por casi medio millón de personas, y del tsotsil, que también se habla aquí y en la arquidiócesis de Tuxtla Gutiérrez por más de 350 mil indígenas. Durante largos meses, equipos de traductores de ambas diócesis trabajaron intensamente por poner en esas lenguas los textos litúrgicos. En tres ocasiones vinieron representantes de la Conferencia Episcopal, especialistas en Biblia, liturgia, doctrina de la fe y cultura, para revisar que las traducciones se apegaran al texto oficial; después, fueron presentadas y aprobadas por unanimidad en asambleas plenarias del episcopado; luego fueron enviadas a Roma a las Congregaciones para el Culto Divino y Doctrina de la Fe, para su reconocimiento. Después de todas estas revisiones, la última palabra la tenía el Papa, para la aprobación definitiva, y el Papa Francisco nos la ha concedido. Esto es motivo de gran gozo y esperanza para nuestros pueblos originarios, lo que les da confianza de que su idioma es reconocido por la Iglesia y que se puede usar en las celebraciones con toda seguridad, tanto en lo doctrinal como en lo cultural. Las demás traducciones del Ordinario de la Misa y de los Sacramentos están en un proceso semejante, aunque para ello no hace falta la aprobación del Papa, sino basta la de la Congregación para el Culto Divino, que las está estudiando.
Por otra parte, durante la semana pasada, estuve coordinando el V Taller de cultura náhuatl, en la parroquia de Naupan, sierra norte de Puebla, en que participaron 42 personas, casi todos hablantes del náhuatl, la mayoría indígenas de esta etnia. En representación del episcopado mexicano, he coordinado estos talleres, que tienen como objetivo traducir la Biblia y los textos litúrgicos a ese idioma, el más hablado en el país (millón y medio), y el que usó la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac. Ya tradujeron el Padre nuestro, el Ave María, el Credo y las respuestas más ordinarias de la Misa. Esto es un aliciente para los demás idiomas que se usan en el país y en nuestro Continente, pues nuestro pueblo tiene derecho a que las celebraciones litúrgicas sean en su propia cultura y que la Palabra de Dios llegue a los fieles en su propio idioma.
ILUMINACION
El Papa Francisco, al dirigirse al episcopado brasileño, les dijo que es necesario “consolidar los resultados alcanzados en el campo de la formación de un clero autóctono, para tener también sacerdotes adaptados a las condiciones locales y fortalecer, por decirlo así, el «rostro amazónico» de la Iglesia” (27-VII-2013). Este rostro amazónico requiere tanto clero autóctono, como traducciones a los idiomas originarios. Sin este paso, no somos una Iglesia verdaderamente católica, pues no incluimos a tantos pueblos que Dios ha originado en estas tierras.
En Aparecida, expresamos: “Como Iglesia, que asume la causa de los pobres, alentamos la participación de los indígenas y afroamericanos en la vida eclesial. Vemos con esperanza el proceso de inculturación discernido a la luz del Magisterio. Es prioritario hacer traducciones católicas de la Biblia y de los textos litúrgicos a sus idiomas. Se necesita, igualmente, promover más las vocaciones y los ministerios ordenados procedentes de estas culturas” (DA 94).
COMPROMISOS
Animamos a quienes dan su servicio pastoral en comunidades aborígenes, que pongan empeño en que la Biblia y la liturgia se tengan en los idiomas originarios.