El 12 y 13 de octubre, han tenido lugar las Jornadas Marianas, en el marco del Año de la Fe, en Roma. Este sábado el Papa Francisco, en una Misa ante miles de fieles congregados para este acontecimiento y en torno a una imagen de Nuestra Señora de Fátima, ha propuesto una vez más la figura de la Virgen María como modelo de seguimiento cristiano: ha hablado de los muchos «sí» de María, «criatura humilde y débil como nosotros, elegida para ser Madre de Dios, Madre de su Creador».
El Santo Padre reflexionó a lo largo de su homilía en tres realidades profundas: Dios nos sorprende, Dios nos pide fidelidad, Dios es nuestra fuerza. Y mostró cómo María ha sido capaz de responder a las constantes invitaciones que Dios le hizo.
«Dios nos sorprende siempre, rompe nuestros esquemas, pone en crisis nuestros proyectos, y nos dice: Fíate de mí, no tengas miedo, déjate sorprender, sal de ti mismo y sígueme.
Preguntémonos hoy todos nosotros si tenemos miedo de lo que el Señor pudiera pedirnos o de lo que nos está pidiendo. ¿Me dejo sorprender por Dios, como hizo María, o me cierro en mis seguridades, seguridades materiales, seguridades intelectuales, seguridades ideológicas, seguridades de mis proyectos? ¿Dejo entrar a Dios verdaderamente en mi vida? ¿Cómo le respondo?»
El Papa subrayó que «María ha dicho su “sí” a Dios, que ha cambiado su humilde existencia de Nazaret, pero no ha sido el único, más bien ha sido el primero de otros muchos “sí” pronunciados en su corazón tanto en los momentos gozosos como en los dolorosos; todos estos “sí” culminaron en el pronunciado bajo la Cruz. Hoy, aquí hay muchas madres; piensen hasta qué punto ha llegado la fidelidad de María a Dios: hasta ver a su Hijo único en la Cruz. La mujer fiel, de pie, destruida dentro, pero fiel y fuerte».
Y cuestionó: «¿Soy un cristiano a ratos o soy siempre cristiano? La cultura de lo provisional, de lo relativo entra también en la vida de fe. Dios nos pide que le seamos fieles cada día, en las cosas ordinarias, y añade que, a pesar de que a veces no somos fieles, Él siempre es fiel y con su misericordia no se cansa de tendernos la mano para levantarnos, para animarnos a retomar el camino, a volver a Él y confesarle nuestra debilidad para que Él nos dé su fuerza.
«Miremos a María: después de la Anunciación, lo primero que hace es un gesto de caridad hacia su anciana pariente Isabel; y las primeras palabras que pronuncia son: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”, o sea, un cántico de alabanza y de acción de gracias a Dios no sólo por lo que ha hecho en Ella, sino por lo que ha hecho en toda la historia de salvación. Todo es don suyo. Si nosotros podemos entender que todo es don de Dios, ¡cuánta felicidad hay en nuestro corazón! Todo es don suyo ¡Él es nuestra fuerza! ¡Decir gracias es tan fácil, y sin embargo tan difícil! ¿Cuántas veces nos decimos gracias en la familia? Es una de las palabras claves de la convivencia. «Permiso», «disculpa», «gracias»: si en una familia se dicen estas tres palabras, la familia va adelante. ¿Cuántas veces decimos «gracias» en familia? ¿Cuántas veces damos las gracias a quien nos ayuda, se acerca a nosotros, nos acompaña en la vida? ¡Muchas veces damos todo por descontado! Y así hacemos también con Dios. Es fácil dirigirse al Señor para pedirle algo, pero ¿ir a agradecerle?
El Papa pidió la intercesión de María para que «nos ayude a dejarnos sorprender por Dios sin oponer resistencia, a ser hijos fieles cada día, a alabarlo y darle gracias porque Él es nuestra fuerza».
Al final de la Misa Francisco leyó el acto de Consagración a Nuestra Señora de Fátima: «Nuestra Señora de Fátima, con renovada gratitud por tu presencia materna, unimos nuestra voz a la de todas las generaciones que te dicen beata». «Custodia nuestra vida en tus brazos».