El Papa Francisco a las monjas del Monasterio de San Antonio Abad de las hermanas benedictinas camaldulenses, que se encuentra en el Aventino, en Roma, como parte de la Jornada de la Vida Contemplativa. Ahí dijo que María es «la madre de la esperanza», es «el ícono más expresivo de la esperanza cristiana».
Durante la celebración de Vísperas con las monjas de clausura, al referirse a María como modelo de la vida contemplativa, señalo: «Toda la vida es un conjunto de actitudes de esperanza empezando por el “sí” en el momento de la Anunciación: María no sabía cómo podía ser madre, pero se confió totalmente al misterio que estaba por cumplirse, y se convirtió en la madre de la esperanza».
Francisco enfatizó que, ante todas las dificultades, «la esperanza de la Virgen no vacila nunca, y esto nos dice que la esperanza se nutre de escucha y paciencia». Incluso al pie de la Cruz, cuando «todo parece verdaderamente perdido y la esperanza podría decirse apagada», cuando –al recordar las promesas de la Anunciación– María habría podido decir «fui engañada», ella «continúa creyendo en su fe y ve el futuro nuevo que espera con esperanza el mañana de Dios».
«Muchas veces pienso que no sabemos esperar el mañana, vemos siempre el hoy, el hoy, el hoy». Pero, incluso en el sepulcro de Jesús, prosiguió, «la única lámpara encendida es la esperanza de la madre, que en ese momento es la esperanza de todo el mundo». Por ello, el Papa cuestionó: «¿en los monasterios está encendida esta lámpara? ¿En los monasterios se espera el mañana de Dios?».
El Obispo de Roma dijo que en María encontramos «un testimonio sólido de esperanza: ella es madre de esperanza, nos sostiene en los momentos de oscuridad, de dificultad, de desconsuelo, de aparente derrota». «Que nos ayude a hacer de nuestra vida que agrada al Padre celeste, un don alegre para nuestros hermanos con una actitud que siempre ve hacia el mañana».
La Jornada pro orantibus, dedicada a todas las comunidades de clausura, fue instituida el Papa Pío XII el 21 de noviembre de 1953, memoria litúrgica de la Presentación de María en el Templo; desde entonces, los Sumos Pontífices, convocan cada año a los fieles a agradecer al Señor por el don de la vida contemplativa y, en particular, por todas las personas que, respondiendo a esta particular llamada vocacional y desde muchos conventos esparcidos por todo el mundo, elevan su oración incesante por la edificación del Reino de Dios.