Por Justo López Melús (+) |
No conviene acudir a instancias superiores cuando basta con acudir a las inferiores. Ni apelar al jefe si nos lo puede resolver el secretario. A Moisés le aconsejaba su suegro que eligiera jefes para los asuntos menores, y que él se reservara para los mayores. Esta misma actitud hay que tener en la oración. No se debe importunar a Dios con cosas que tú mismo puedes hacer; lo contrario favorece la pereza.
«Maestro –decía un discípulo–, es tan grande mi confianza en Dios que ni siquiera até mi camello cuando te vine a visitar. Lo dejé al cuidado de la Providencia de Dios. No quiero faltar a la confianza en el Señor». «¡Vuelve y ata tu camello al poste, loco! –le reprendió el maestro– No hay que molestar a Dios con algo que tú puedes resolver».