Por Felipe Arizmendi esquivel, Obispo de San Cristóbal de Las Casas |

SITUACIONES

Con frecuencia hay conflictos y divisiones: en la familia, en las escuelas, en los grupos y en la sociedad. Por ejemplo, hay maestros que aceptan una reforma educativa y siguen trabajando en forma normal, y otros la consideran lesiva a sus derechos laborales; por ello hacen bloqueos y manifestaciones de toda índole, para expresar su inconformidad. Quizá no se ha dialogado en forma profunda sobre el contenido real de las nuevas leyes para la educación en nuestro  país. Lo mismo pasa en la Iglesia. Unos viven su fe en rezos, devociones y ceremonias; otros remarcan la dimensión social y el compromiso temporal. A veces, se condenan y excluyen mutuamente, en vez de dialogar, escucharse y complementarse.

¿Por qué hay problemas entre esposos? Porque ya no dialogan, como lo hacían antes. El esposo culpa a su mujer y ésta a aquél. La esposa interpreta como infidelidad algunos hechos del marido, sin aclarar la verdad de las cosas, y se llega a la ruptura de la convivencia conyugal. Aunque no se separen, ya no viven en paz; se la pasan peleando y discutiendo todo el tiempo, culpándose uno al otro. ¡Cuánto sufren todos, en particular los hijos!

¿Por qué hay guerras y enfrentamientos? Porque se confía más en el poder de la fuerza, en armas, piedras y palos, que en la fuerza de la razón. No somos capaces de escucharnos; no analizamos ni valoramos las opiniones contrarias, sino que con facilidad las condenamos. Se nos cierran la mente y el corazón y no nos sentamos para buscar, respetuosa y serenamente, soluciones conformes a la verdad, la justicia y la paz, que ayuden a construir la armonía social, y no se dañe el bien común.

ILUMINACION

El Papa Francisco nos invita a tener “la valentía del diálogo. Este valor, este diálogo nos da esperanza… En el mundo, en las sociedades, hay poca paz porque falta el diálogo; cuesta salir del estrecho horizonte de los propios intereses para abrirse a una confrontación auténtica y sincera. Para la paz se necesita un diálogo tenaz, paciente, fuerte, inteligente, para el cual nada está perdido. El diálogo puede ganar la guerra. El diálogo permite vivir juntas a personas de diferentes generaciones, que a menudo se ignoran; permite vivir juntos a ciudadanos de diversas procedencias étnicas, de diversas convicciones. El diálogo es la vía de la paz. Porque el diálogo favorece el entendimiento, la concordia. Por ello es vital que crezca, que se extienda entre las gentes de cada condición y convicción como una red de paz que protege el mundo, y sobre todo protege a los más débiles. Cada uno de nosotros está llamado a ser un artesano de la paz, uniendo y no dividiendo, extinguiendo el odio y no conservándolo, abriendo las sendas del diálogo y no levantando nuevos muros. Dialogar, encontrarnos para instaurar en el mundo la cultura del diálogo, la cultura del encuentro” (30-IX-2013).

El diálogo es para encontrar juntos la verdad y el mejor camino para superar los problemas y las posibles injusticias, como dice el Papa Francisco: “Es tarea de todos construir la paz, a ejemplo de Jesucristo, a través de estos dos caminos: promover y practicar la justicia, con verdad y amor; contribuir cada uno, según sus posibilidades, al desarrollo humano integral, según la lógica de la solidaridad… No puede haber verdadera paz y armonía si no trabajamos por una sociedad más justa y solidaria, si no superamos egoísmos, individualismos, intereses de grupo y esto en todos los niveles” (3-X-2013).

No faltará quien diga que los obispos no hemos de tratar estos asuntos. Al respecto, precisa el Papa: “Sobre las materias políticas, económicas y sociales, no es el dogma el que indica las soluciones prácticas, sino más bien lo son el diálogo, la escucha, la paciencia, el respeto del otro, la sinceridad y también la disponibilidad a revisar la propia opinión” (Ib).

COMPROMISOS

En muchos ambientes hay conflictos e inconformidades. Aprendamos a ser humildes, para escuchar las razones de los otros y ser capaces de revisar la propia opinión. Con violencia, se cierra el diálogo y quedamos a merced del más fuerte, que no siempre es el más justo.

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