El Papa Francisco recibió este jueves a los Patriarcas de las Iglesias Orientales católicas y a los Arzobispos Mayores, para hablar sobre la situación de los cristianos en Oriente, en tres áreas concretas: Oriente Medio, Europa Oriental y la India, y sus respectivas comunidades de la diáspora.

“A través de sus rostros veo sus Iglesias, y en primer lugar quisiera asegurarles mi cercanía y mi oración por el rebaño que el Señor Jesús ha confiado a cada uno de ustedes. Invoco al Espíritu Santo, para que nos sugiera lo que entre todos debemos aprender y poner en practicar para servir fielmente al Señor, a su Iglesia y a toda la humanidad”, les dijo el Papa al saludarlos.

“Nuestro acercamiento me da la oportunidad de renovar la gran estima por el patrimonio espiritual del Oriente cristiano, y recordar lo que el amado Papa Benedicto XVI dice acerca de la figura del Jefe de la Iglesia en la Exhortación Apostólica post -sinodal Ecclesia in Medio Oriente: ustedes son «los custodios vigilantes y servidores de la comunión y los servidores de la unidad de la Iglesia». Esta unidad, que están llamados a llevar a cabo en vuestras Iglesias, en respuesta al don del Espíritu, es la expresión natural y plena de la unión inquebrantable con el Obispo de Roma. Privilegiando siempre la concertación y una acción colegial y unitaria».

“Insertarse en la comunión de todo el Cuerpo de Cristo nos hace conscientes de la obligación de fortalecer la unidad y la solidaridad entre los diversos Sínodos patriarcales», en vista de la acción colegiada y unitaria de la Iglesia».

“Para que nuestro testimonio sea creíble, estamos llamados a buscar siempre «la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia y la mansedumbre». Un estilo de vida sobrio a imagen de Cristo, que se despojó para enriquecernos con su pobreza; un incansable celo y la caridad, fraternal y paternal juntas, que los obispos, sacerdotes y fieles, sobre todo si viven solos y marginados, esperan de nosotros. Pienso, sobre todo, a nuestros sacerdotes que necesitan comprensión y apoyo, también a nivel personal. Tienen derecho de recibir nuestro buen ejemplo, en lo que concierne a Dios, como en cualquier otra actividad eclesial. Nos exigen transparencia en la gestión de los bienes y preocupación por toda debilidad y necesidad. Todo esto, en la más convencida aplicación de aquella auténtica praxis sinodal, que es distintiva de las Iglesias Orientales”.

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