Una conversación con Alejandro Soriano Vallès | Segunda de tres partes |
Por Gilberto Hernández García |
Hemos celebrado el 342 aniversario del nacimiento de Sor Juana Inés de la Cruz. Alejandro Soriano Vallés nos ayuda a comprender el significado histórico de la singular religiosa jerónima, una de las máximas figuras del Siglo de Oro de la literatura en castellano.
Alejandro Soriano es hoy en día el más destacado biógrafo de Sor Juana Inés de la Cruz: ha dedicado más de 25 años de investigación en torno a la vida y obra de la llamada “décima musa”. Uno de sus últimos trabajos, publicado en 2010, se llama “Sor Juana Inés de la Cruz. Doncella del Verbo”, y tiene la finalidad de presentar y valorar a la religiosa jerónima no sólo como intelectual, sino, también como monja católica.
¿Qué novedades encontramos de la vida de Sor Juana en su libro? ¿Qué luces lanza sobre su vida esta investigación?
Este libro viene a perfeccionar la labor de 25 años que he realizado en torno a su vida y obra. El simple hecho de presentarlas apegándome a los testimonios de quienes la trataron en vida es una novedad el día de hoy. En efecto, dentro de un ambiente donde, como dije precedentemente, o se cede al prejuicio de no considerarla una buena monja o, de plano, se la usa para atacar a la Iglesia, una biografía que, con pruebas, muestra su vocación monástica es aire fresco.
La obra descifra, sin ocultar nada, los aspectos más complejos de la existencia de Sor Juana; y, lo mejor, lo hace con base en un riguroso análisis basado en la documentación existente. Por si no bastara, saca a luz papeles desconocidos. Entre ellos destacan dos cartas que le mandó el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, a quien también se conoce con el seudónimo “Sor Filotea”. Una de tales misivas es la Carta de Puebla, nada menos que la contestación a la autobiografía de Sor Juana, la conocidísima Respuesta a Sor Filotea. La otra carta es de un año después. A través de estas epístolas somos testigos de la entrañable relación de amistad que sostuvieron ambos personajes. Muestran también la confianza de la monja en el obispo, a quien consulta acerca de su vocación estudiosa, recibiendo de él el consejo de continuar sus estudios guiada por una vida de mayor oración e intimidad con Dios.
En Doncella del Verbo el lector encuentra patentizada, por tanto, la unidad de la existencia religiosa e intelectual de la gran Monja de México. Pero el libro no es únicamente una vida de la religiosa jerónima; es, asimismo, una introducción a una civilización forjada por la fe católica. El lector descubre en ella variados aspectos de la misma; aspectos indispensables para comprender mejor no sólo a Sor Juana y su civilización, sino, por múltiples contrastes, también la nuestra.
Desde hace tiempo una polémica sobre los últimos años de la vida de la monja jerónima ha divido a los “sorjuanistas”: unos postulan la tesis de su “conversión”, otros atribuyen su silencio final a una persecución de la jerarquía católica. ¿Cuál es la tesis que sostiene usted? Más aún ¿es una discusión necesaria?
Las pruebas de que a Sor Juana la “persiguió” la Iglesia católica no existen, motivo por el que, como es lógico y desde el punto de vista meramente científico, tal discusión jamás debió darse. No obstante, y dado que la idea de la “persecución” de marras se difundió ampliamente, me parece que la discusión que usted señala fue necesaria hasta el momento del hallazgo de los diversos documentos que menciono.
En realidad, la documentación probatoria de que Sor Juana se entregó a Dios con gran fervor en sus últimos años es abrumadora. Desde 2004 se ha venido incrementando, y hoy sólo la ceguera ideológica puede seguir insistiendo en la divulgada pero falsa tesis de la “persecución”. En este sentido, no habría ya lugar para seguir discutiendo. Cuando digo que la discusión jamás debió darse me baso, justamente, en la carencia absoluta de elementos que apoyen tal tesis. Por desgracia, quienes han sostenido una larga polémica con los promotores de ésta lo han hecho a causa, precisamente, de su popularidad. Así, se puede decir que la discusión no ha girado en torno a lo académico, o sea, alrededor de pruebas históricas, sino en torno a la voluntad de quienes, por todos los medios, quieren que persista una imagen distorsionada de la monja, y la de quienes, con las evidencias en la mano, desean que la verdad triunfe. Empero, hemos llegado al punto en que esto no puede continuar. Las pruebas de la honda fe cristiana de Sor Juana son de tal calibre que seguir discutiendo con quienes se afanan en no verlas sería absurdo.
¿Qué hay del texto La Carta de Serafina de Cristo, que algunos historiadores atribuyen a la “décima musa”, y supondría un dato para sostener la idea de que ella fue perseguida por la Iglesia de su tiempo, incluso objeto de una especie de juicio secreto por parte del obispo Aguiar y Seixas?
Desde 1998 se demostró que esa Carta no es de Sor Juana. Además, en 2004 se publicaron unos papeles que enseñan tanto que se escribió para apoyar a la monja contra un casi solitario contemporáneo suyo que la atacaba, como que la mayoría de los teólogos de su tiempo estaba de su lado. No puede usarse, por tanto, para apoyar la idea de que fue perseguida por la Iglesia. En cuanto al susodicho “juicio secreto”, es parte de la misma embestida ideológica anticlerical de que hablé antes. Se habló mucho de él, pero jamás se presentaron las pruebas. Históricamente esa hipótesis es insostenible. En sentido contrario, hace un año di a conocer la cláusula del testamento de un amigo antiguo de Sor Juana, el padre José de Lombeyda. En dicha cláusula el sacerdote señala que la propia Décima Musa le entregó sus libros para que los vendiera. No hay, pues, modo de demostrar (porque no lo hizo) que el arzobispo Aguiar y Seixas haya atentado contra ella. Todo es parte de un bulo para desacreditar a la Iglesia católica.