Una conversación con Alejandro Soriano Vallès | Tercera y última parte |

Por Gilberto Hernández García |

 Alejandro Soriano Vallés es hoy por hoy el más destacado biógrafo de Sor Juana Inés de la Cruz: ha dedicado más de 25 años de investigación en torno a la vida y obra de la llamada “décima musa”. Su último trabajo, publicado en 2010, se llama “Sor Juana Inés de la Cruz. Doncella del Verbo”, y tiene la finalidad de presentar y valorar a la religiosa jerónima no sólo como intelectual, sino, también como monja católica.

¿Hay elementos en la vida de sor Juana para considerarla “candidata a los altares”?

Me han hecho esta pregunta antes y, curiosamente, mi respuesta parece causar un gran escozor. Muchos de quienes no comparten la fe católica de Juana Inés encuentran insufrible la posibilidad de que, en algún momento, pudiera ser elevada a los altares. Aquéllos que no se turban porque, como decía usted previamente, se la llame “feminista”, “intelectual de avanzada”, “enciclopédica”, “fugada del mundo”, “adversaria de la Iglesia desde dentro”, “lesbiana”, etc., hallan intolerable la posibilidad de que se le diga “santa”. Es una prueba más de que se usa a Sor Juana como ariete contra la Iglesia católica.

Por el contrario, si uno ve los hechos de la vida de esta admirable mujer, especialmente durante sus últimos años, llega a convencerse de que, cuando menos, debería ser nombrada Sierva de Dios. Por supuesto, expreso una opinión muy personal. Y ésta es que quien —como lo testifican sus biógrafos— a lo largo de su existencia no sólo ejercitó constantemente la caridad, llegando al final de la misma al grado heroico de desprenderse de sus bienes más preciados (su enorme biblioteca y sus instrumentos científicos y musicales) para socorrer a los pobres de Dios, sino incluso a perder la vida evangélicamente al hallarse (sin estar obligada a ello) cuidando a las apestadas de su convento, merece tal honor. Esperemos en Dios que llegue el día feliz en que la Iglesia así lo decida.

¿Qué “dice” sor Juana a la gente de este siglo, posmoderno y globalizado, no sólo al hombre religioso?

Entre las razones que descubro para llevar a Sor Juana a los altares está haberse sabido anonadar a sí misma. Lo hizo por amor a Jesucristo, evidentemente. Sin embargo, creo que las persona ajenas a la religiosidad católica tienen también en ella (si no se distorsiona su auténtica imagen) un modelo a seguir.

Esta época posmoderna, con su tendencia a una personalidad pública débil y una voluntad fuertemente egoísta; que, al relativizar la verdad, descubre la “felicidad” en sucedáneos como la fama, el placer y las posesiones; puede encontrar en Juana Inés a alguien orgulloso de sus creencias, que las proclama abiertamente y está completamente dispuesto a sacrificarse por ellas. Nuestra monja, en efecto (ella misma lo dice), quiso renunciar a la gran fama que tuvo (aunque no se lo permitieron), y, según indiqué previamente, proclamó por escrito (firmando incluso con su sangre) que prefería ser llamada “buena católica” que docta. Asimismo, se desprendió de sus amados libros.

Cuando, sin que nadie —excepto su conciencia— se lo pidiera, murió atendiendo a las enfermas de su convento, lo hizo por el mayor de los amores: dar la vida por sus amigos. Más allá de su excelsa poesía, estoy convencido de que estas virtudes son las que el siglo posmoderno necesita, y, por lo mismo, que Sor Juana Inés de la Cruz es un modelo para todos nosotros.

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