Por Juan Gaitán |

Jesús de Nazaret, quien no tenía dónde reclinar la cabeza (Lc 9, 58), era un caminante, un “hombre de las calles”. Jesús gustaba de los encuentros espontáneos a lo largo del camino, conocía el olor de su tierra, las necesidades de sus contemporáneos, los gritos de su pueblo. A lo largo de esos recorridos, el Hijo del Hombre fijaba especialmente su atención en personas de algunos grupos bien identificados en su tiempo: leprosos, mendigos, niños (que en su cultura no tenían importancia alguna), enfermos, viudas. Es decir: Todos aquellos a quienes la sociedad excluía. ¡Ellos eran sus preferidos!

Así también, el Papa, a través de sus discursos y gestos, nos ha dejado ver quiénes son los suyos. A continuación una pequeña lista con ejemplos concretos.

Presos: Para el Jueves Santo de este año, Francisco quiso mantener su costumbre que tenía en Buenos Aires de ir a las periferias para celebrar la Eucaristía. Esta vez fue a la cárcel romana para menores. Una frase que les dirigió lo dice todo: “Les traigo una caricia de parte de Jesús.”

Migrantes: El Papa no escondió su indignación al enterarse de la muerte de migrantes africanos que intentaban llegar a la isla de Lampedusa, Italia, en junio del presente año. Quiso viajar al lugar y celebrar la Eucaristía en memoria de estos hombres, revestido de morado, en actitud penitencial.

Jóvenes: La participación de Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud, en Río de Janeiro, dejó ver su cercanía a los jóvenes, a quienes dirige continuamente mensajes como: “¡no se dejen robar el entusiasmo!”, “¡hagan lío!”, “¡ustedes son los protagonistas del futuro!”. Todo con signos de admiración.

Ancianos: Desde que era presbítero, el Padre Jorge hablaba de la importancia de los ancianos para las sociedades, a quienes hoy se intenta esconder o se les desatiende porque ya no resultan “útiles”. La idea en la que sigue insistiendo el ahora Obispo de Roma es que los abuelos son los portadores del patrimonio de la fe y los valores, de la historia, maestra de la vida.

Enfermos y niños: Los tradicionales miércoles de Audiencia General, el Papa disfruta deteniéndose a saludar a los fieles, pero de entre las multitudes, prefiere prestar atención a enfermos y niños.

Pobres: El mismo nombre que eligió, “Francisco”, nació de un consejo recibido justo al haber sido elegido Papa: “No te olvides de los pobres.” Después, a los pocos días de su pontificado, sorprendió al mundo diciendo a periodistas: “Sueño con una Iglesia pobre y para los pobres.”

Víctimas de la trata de personas: Una de las situaciones de pecado que Francisco más ha denunciado, desde muchos años atrás, es la trata de personas, las nuevas esclavitudes. En Buenos Aires, durante sus homilías, se podían escuchar frases como “esta ciudad, para muchos de sus habitantes, es una picadora de carne, (…) una fabricadora de esclavos.”

Ahora bien, cabría la pregunta: ¿De qué sirve saber esto? Cuando los pastores de Belén fueron a adorar al Niño Jesús, los honrados fueron ellos. ¡Qué dicha ir al encuentro del Rostro de Cristo indefenso! Estas semanas previas a la Navidad, en las que reflexionamos el nacimiento del Hijo de Dios en un humilde pesebre, son un tiempo idóneo para hacernos de nuestros propios preferidos y acercarnos a ellos, según los deseos de Jesús.

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