Por Sean Sprague | Revista Maryknoll |

Es lunes y más de la mitad del pueblo parece estar frente a la clínica de Maryknoll de Catarina, provincia de San Marcos en Guatemala. En un país donde los buenos servicios de salud son sólo para los ricos, esta clínica dirigida por dos doctoras y Hermanas de Maryknoll, no sólo responde al vacío sino que realiza milagros en los ojos de los pobres.

Con excepción de cuatro años que estuvo en Estados Unidos en el liderazgo de las Hermanas de Maryknoll, la Hermana Jane Buellesbach ha servido en Guatemala desde el año 1963. La Hermana Mary Lou Daoust ha estado allí desde el año 1981, con excepción de seis años cuando también sirvió en el liderazgo de las Hermanas. La mayor parte de su misión, ellas han estado en Catarina.

«Nos ganamos la confianza del pueblo porque hemos estado aquí por tanto tiempo. La gente viene porque saben que damos buenos consejos, buena medicina, y una atención simple», dice la Hermana Jane, de Milwaukee, Wisconsin. Ella ingresó a Maryknoll cuando tenía 18 años de edad. Primero se hizo Hermana y luego fue entrenada para ser doctora en medicina, con especialidad en cirujía. Cuando le preguntan si prefiere que la llamen Hermana o doctora, responde: «¡Sólo llámenme Jane!»

El entrenamiento de Mary Lou fue al revés. La misionera nacida en Detroit, Michigan, primero fue doctora y después Hermana. «Hice tres años de residencia y cirugía general y luego pasé un año como doctora en una sala de emergencias en Miami», dice. «Había pensado trabajar en otra cultura y Miami es una ciudad multicultural, así que mi interés se desarrolló aún más durante el tiempo que fui residente». Además de querer compartir su fe con el mundo, la Hermana Mary Lou pensó que era más fácil trabajar en el extranjero como doctora si estaba conectada con una organización como Maryknoll: «Hoy hubiera sido más fácil trabajar en el extranjero como doctora, pero en aquel tiempo era más fácil hacerlo siendo religiosa porque daba una infraestructura».

Este lunes, como de costumbre, las dos doctoras están presentes para dar consultas gratis. En la clínica, un edificio viejo pintado todo de verde, hay tremenda actividad. Los pacientes entran y salen constantemente; vienen a la farmacia a recoger sus medicinas que se venden a precio de costo. Dos paramédicos hacen exámenes de glucosa a los diabéticos.

«Tenemos una inmensa población diabética hoy en día, probablemente como 500 personas que vienen una vez al mes», explica la Hermana Mary Lou. «Los promotores les hacen los exámenes de glucosa y se les ajusta el régimen de tratamiento dependiendo de sus necesidades. Muchos de estos pacientes no podrían tener tratamiento porque los centros de salud no tienen las facilidades para ofrecerlo». La clínica del gobierno de al lado, por ejemplo, requiere que los pacientes compren las jeringas y el algodón para poder vacunarse.

Uno de los problemas principales que tratan las Hermanas es la desnutrición de los niños. También tratan enfermedades comunes como diarrea, infecciones respiratorias, enfermedades de la piel, tuberculosis VIH/SIDA.

Cada semana de martes a jueves, las Hermanas salen de la clínica para visitar pacientes en áreas rurales. Llevan consigo los instrumentos para realizar exámenes y referir a los diabéticos a la clínica. Entretanto, la clínica permanece abierta para dispensar medicinas, con promotores de salud disponibles para asistir a pacientes con dolencias menores.

Las Hermanas también han entrenado un extenso equipo de promotores de salud en las comunidades rurales quienes pueden reconocer y tratar enfermedades comunes entre sus vecinos.

Tenemos 180 promotores de salud por todo el departamento de San Marcos, desde las montañas hasta la costa», explica la Hermana Mary Lou. «Esa es la manera como trabajamos: formamos promotores que viven en la comunidad, quienes pueden llevar medicinas comunes a bajo precio. Les damos entrenamiento básico, seis cursos básicos de cuatro días cada uno, a lo largo de un año. Entonces en noviembre es la graduación y otro grupo de unos 20 empieza de nuevo».

Los promotores de salud no sólo aprenden a cuidar de las mujeres con embarazos normales sino también a reconocer un embarazo anormal y poder referir a las mujeres al hospital en caso que necesiten una cesárea. Las Hermanas también enseñan a administrar primeros auxilios.

Guatemala ha pasado por tiempos difíciles durante los últimos 35 años, incluyendo una guerra civil y el genocidio de miles de indígenas, pero a pesar de eso ambas Hermanas han permanecido en el país. La Hermana Jane explica porqué: «Si no fuera por el Evangelio, ¡no estuviera aquí! Mi foco fue la misión desde el principio, y creo que son las dos cosas, ser misionera y doctora, lo que ha permitido quedarme durante 50 años. Los años 80 fueron los más difíciles, pero pensamos que podíamos resistirlo porque el pueblo pudo resistirlo: ¿cómo pedir menos?»

Actualmente, Guatemala es relativamente más segura comparada con aquellos terribles años. Las Hermanas Mary Lou y Jane continúan ofreciendo sus servicios incansablemente.

«He visto un cambio grande y me siento optimista sobre el futuro», dice la Hermana Jane. «Cada vez hay más doctores, algunos son amistades nuestras, guatemaltecos que tienen esta perspectiva sobre la salud de la comunidad, quienes trabajan para mejorar las oportunidades y el acceso a buen cuidado médico. Y siento mucha esperanza».

Artículo utilizado con permiso expreso de los editores: Padres y Hermanos de Maryknoll.

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