Por Carlos Garfias Merlos, Arzobispo de Acapulco |
Eventos violentos en algunas cárceles del estado han manifestado la necesidad de atención en el sistema penitenciario, no solo en Guerrero sino en el país entero. Las autoridades reconocen que hay sobrepoblación en algunos de estos centros carcelarios, lo que constituye un factor de alto riesgo para que se cumplan las funciones sociales que tienen de rehabilitar a los internos. En el análisis que los obispos mexicanos hacíamos en el año 2010 de la situación de violencia en el país, señalábamos que “enfrentamos la crisis del sistema penitenciario que no re-socializa ni readapta a los internos y en muchos casos promueve la organización criminal. La sobrepoblación y la corrupción carcelaria están motivando que los reclusorios también sean cotos de poder del crimen organizado, desde los cuales se planean y dirigen acciones delictivas. En lugar de servir a la readaptación social se convierten en verdaderas universidades del crimen dada la indiscriminada convivencia de los reos de alta peligrosidad con la multitud de detenidos por delitos famélicos” (Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna, 53).
Dos cosas preocupan tanto: la incapacidad del sistema penitenciario para rehabilitar a los internos y la cooptación de los reclusorios por el crimen organizado, convirtiendo los reclusorios en espacios de alta inseguridad generada por las organizaciones criminales. Se hace urgente que las autoridades correspondientes atiendan estas situaciones y mejoren las condiciones de vida de los internos.Sería conveniente revisar el mismo sistema penitenciario para hacerlo eficaz y más humano.
Como Iglesia nos comprometemos a “acompañar, a través de la pastoral penitenciaria a quienes purgan condenas en las cárceles. A quienes yerran siempre hay que ofrecerles la oportunidad de redimirse, tratándoles como seres humanos. Necesitamos un sistema penitenciario fundado en la perspectiva de los derechos y deberes humanos” (n. 216).En la práctica, la Arquidiócesis de Acapulco está diseñando un proyecto pastoral de construcción de paz en el Centro Regional de Rehabilitación Social ubicado en Acapulco con el cual queremos contribuir a la humanización de este reclusorio. Sabemos que un compromiso de la atención a las víctimas de la violencia está en evitar que sigan surgiendo victimizadores y logremos formar constructores de Paz.