Por Fernando Pascual |

Prohibido aparcar. Si alguien aparca en este lugar, deberá atenderse a las consecuencias, según lo que las leyes establezcan para los infractores. ¿Se puede aplicar algo parecido en el mundo del periodismo?

Formular la pregunta nos pone en relación con un tema especialmente sensible: el de la libertad de prensa. Porque establecer leyes que limiten de algún modo el trabajo de los periodistas es visto por muchos como un atentado al derecho a la información y a la libertad de expresar las propias opiniones.

Aunque ha habido (y hay) leyes muy restrictivas que pecan por exceso, que limitan y dañan una sana libertad de prensa, existen medios eficaces y “moderados” para castigar las manipulaciones periodistas. Intentemos recordar dos.

El primero está en manos de los lectores u oyentes: si un día sí y otro día también un periódico, una cadena de radio, un canal televisivo, o una página de Internet, ofrecen noticias manipuladas, informaciones parciales y partidistas, opiniones arbitrarias que faltan al respeto hacia las personas, invenciones fantasiosas que rayan en el ridículo, cifras sobre reuniones sin la menor seriedad, burlas grotescas… un receptor atento y activo optará por decir “basta” y buscará otros medios informativos de más calidad.

El segundo podría nacer en el mismo mundo informativo. Si un periodista observa que un colega inventa datos, recorta frases haciendo decir a uno lo contrario de lo que dijo, se burla de un apellido para atacar a un político, hace públicos datos confidenciales sin los debidos permisos, etc., puede advertirle seriamente y buscar caminos concretos para que los daños sean paliados de algún modo.

Desde luego, eso es también una tarea de los responsables de los medios de comunicación, a todos los niveles. Un buen director de un medio informativo no puede cerrar los ojos ante un escritor que manipula y miente de modo sistemático.

Hay que recordar que muchos periodistas simplemente recogen y repiten lo que reciben desde las grandes agencias informativas. Ante esto, caben dos breves observaciones. La primera: ¿no es posible que los periodistas “de abajo” empiecen a cotejar y valorar lo que reciben con espíritu crítico y con profesionalidad? La segunda: también a nivel de esas agencias hace falta un trabajo serio para calibrar si el modo para obtener informaciones y la elaboración de las mismas ha respetado o no principios básicos de la ética periodística.

Se dice que las mentiras tienen piernas cortas y que tarde o temprano quedan puestas al descubierto. La realidad es que hay mentiras y manipulaciones que duran meses, años, incluso siglos, sin que los defensores de la verdad y los amantes de la investigación lleguen a hacer oír sus voces críticas, que tanto ayudarían a desengañar a millones de incautos que aceptan pasivamente los muchos engaños que circulan por ahí, también por culpa de medios de comunicación de gran audiencia.

Por eso vale la pena cualquier esfuerzo sano y prudente por denunciar manipulaciones periodísticas y por promover a aquellos profesionales y medios informativos que se caracterizan por la honestidad y el trabajo riguroso a la hora de recabar datos y de ofrecerlos a un mundo hambriento de verdades.

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