Por Mónica Muñoz |

Es impresionante constatar cómo funciona el cerebro humano, el cual tiene una capacidad increíble para captar conocimientos, experiencias y recuerdos tan vasta que dicen los expertos que nunca nadie lo ha usado al cien por ciento, hay quien dice que uno de los grandes genios de la historia, Albert Einstein, apenas utilizó el 10 por ciento de su singular cerebro.

Por eso es importante mantenerlo en uso continuo, ayudándolo a aprovechar el enorme cúmulo de información que capta durante toda su vida.  Ahora se maneja también la idea de que las neuronas sí se recuperan, pero sobre todo, hay que ayudar a que la elasticidad de ese imprescindible órgano se mantenga en óptimas condiciones.

Porque para ejercitarlo hay muchas maneras, por ejemplo, leyendo un buen libro, resolviendo crucigramas y rompecabezas, usando la mano izquierda en lugar de la derecha o viceversa, cambiando de ruta para llegar a nuestra casa o trabajo, en fin, que se trata de darle mantenimiento continuo para que al incrementar la edad de nuestro cuerpo, la del cerebro se mantenga joven.

Y es que, de todos los dones que Dios nos ha regalado, la capacidad de pensar, razonar y aprender, que es la que nos distingue de los animales, con frecuencia está muy desperdiciada.  Veo con mucha pena a jóvenes y niños que ya no quieren tomar un libro, les parece más interesante jugar con sus celulares y meterse a las redes sociales en lugar de aprovechar el tiempo, que, dicho sea como crítica constructiva, da pena ajena ver cómo escriben, siempre les digo en tono de broma pero con mucha carga de seriedad, que cuando leo sus anotaciones me duelen los ojos por la gran cantidad de faltas de ortografía que plasman en sus ellos.  En verdad me parece insólito la manera tan indolente con que redactan comentarios, insulsos a veces, otros con cierta profundidad, pero invariablemente, con atentados contra la vista.

Verdaderamente se ha perdido el gusto por la lectura, y no los culpo, pues los adultos tenemos mucha culpa en ello, todavía en muchas escuelas los maestros se esfuerzan por que los chicos se interesen por los libros, pero desafortunadamente nosotros no predicamos con el ejemplo.  Si de leer se trata, nos gana la pereza y preferimos suponer en lugar de salir de dudas.  Por eso, no nos extrañe que los que vienen detrás de nosotros tampoco desarrollen el gusto por las letras.  Si ellos vieran en sus casas que sus padres leen, ellos harían lo mismo.  Recordemos que las palabras convencen pero el ejemplo arrastra.

No nos sorprendamos entonces de que nuestro país tenga un índice de cultura tan bajo, estoy segura de que si leyéramos, nuestra realidad sería otra.  Es una aventura incomparable sumergirse en la lectura de alguna novela de aventuras, histórica o hasta romántica, descubrir países, conocer otros mundos, percibir el modo de ver la vida desde la óptica de los grandes escritores que ha dado la humanidad, sin embargo, si no hacemos el esfuerzo de tomar un libro para despejar las telarañas de nuestra mente, por más que nos quejemos no cambiaremos nuestra situación.

La mejor manera de enriquecer nuestro intelecto y vocabulario es leyendo, por eso, hagamos un pequeño esfuerzo y comencemos a leer, no importa si el libro es grueso o delgado, si el autor es mexicano o extranjero, venzamos la flojera mental y leamos, una vez terminado el primer libro, seguramente desearemos leer más, ayudemos a nuestro cerebro a permanecer joven y, sobre todo, ampliemos nuestro panorama, los libros son el mejor medio para conocer otras mentes.  Y como sugerencia, si no tenemos mucho de donde escoger, podemos hacer círculos de lectura, invitando a parientes y amigos a intercambiar los libros que vayan terminando, así, dentro de poco tiempo, habremos agregado a nuestra lista un número importante de títulos. ¿Qué esperamos? Hagámonos ese favor a nosotros mismos e incrementemos nuestra cultura.

 

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