Por Felipe de J. Monroy, Director de Vida Nueva México |

“Toda la vida exige lucha. Aquellos que lo tienen todo se vuelven perezosos, egoístas e insensibles a los valores reales de la vida. El esfuerzo y el trabajo arduo, que constantemente deseamos evitar, es en realidad el mayor cimiento de la persona que somos hoy”.

Estas palabras del papa Pablo VI sintetizan en mucho la charla que sostuve con el obispo José Trinidad Zapata Ortíz después de que fuera difundida la noticia de su traslado de la diócesis de San Andrés Tuxtla a la de Papantla, ambas en Veracruz. Don Trini, es un ejemplo de tenacidad, de esfuerzo y de lucha, sencillo entre los sencillos, ha entregado su vida en los servicios que implican desgaste y agotamiento, trabajos que otros quisieron evitar. Su nombramiento tiene todo el mensaje del papa Francisco a propósito de los obispos: “hombres que no tengan psicología de príncipes”.

El obispo electo para Papantla es un caso atípico en el episcopado mexicano: ha sido formado cien por cien en México (la mayoría hizo algún estudio en el extranjero). Su ingreso en el Seminario de Cristo Rey de vocaciones adultas en Coatlinchán, Texcoco, y sus estudios en la Universidad Pontificia de México, son apenas una ventana al estilo de vida que don Trini ha sostenido en su ministerio.

Muchos otros obispos provienen de situaciones marginales y localidades pobres pero es difícil pensar en un poblado más humilde que el de San Vicente de Plenitud, Zacatecas, donde nació Trinidad Zapata. El poblado apenas tiene 170 habitantes (42 hombres y 65 mujeres), son 22 viviendas y solo se encuentran dos escuelas: la preescolar comunitaria y la primaria rural Vicente Guerrero.

“Estudié solo hasta cuarto de primaria —nos confía don Trini al teléfono—; podría decir que no tenía futuro”. Su futuro lo forjó a 700 kilómetros de su pueblo natal, en el seminario para adultos, a los 25 años. Junto al estudio de la filosofía y la teología, hizo sus estudios de secundaria y preparatoria a través del sistema abierto.

Cuando egresó del seminario, el papa Juan Pablo II visitaba México y ordenó a un grupo de sacerdotes en la Plaza de la Soriana, en Durango. Entre ellos, estaba el hoy obispo. El Papa ahí les dijo: “¡Vosotros sois los sacerdotes de la última década del segundo milenio! ¡Vosotros sois los sacerdotes de una nueva etapa de esperanza para México! Sed siempre testigos de la verdad, de la justicia, del amor, especialmente hacia los más necesitados. Vuestra vida sacerdotal es una exigente vocación de servicio, de entrega, de dedicación plena a la obra de la nueva evangelización de México”.

Luego fue enviado a San Andrés Tuxtla, a la parroquia de Catemaco, que es una localidad que vive entre la magia y la farsa pero que vive con un pulso religioso lleno de fervor; Trinidad Zapata gracias al apoyo de su obispo Guillermo Ranzahuer, hizo la Teología Bíblica en la Universidad Pontificia de México y, tras ser rector del propio seminario de Cristo Rey, fue nombrado obispo en su diócesis, a suplir el retiro de su mentor.

“Como ya se ha publicado hoy, el Papa Francisco me ha elegido obispo de la hermana diócesis de Papantla, ahora mi nueva diócesis de misión, para esta nueva etapa de mi vida”, explicaba don Trini en un comunicado la mañana de la difusión de la noticia.

“Cuando vine a san Andrés Tuxtla no tenía ninguna experiencia del ministerio episcopal, pero mis hermanos presbíteros tuvieron mucha paciencia conmigo, pero sobre todo Dios que a pesar de mi inexperiencia y de mis debilidades me ha conservado en el ministerio, no sin dificultades y pruebas, pero gracias a ellas me hizo aprender y madurar más… Ahora me prepararé para ir a la diócesis de Papantla con la experiencia de esta tierra de los Tuxtlas y pienso que nada de lo vivido aquí quedará en el olvido para poder responder a los retos que seguramente me voy a encontrar allá. La experiencia vivida en San Andrés ha sido una escuela de pastor, espero con la ayuda de Dios, no reprobar en la nueva misión”.

Sí, José Trinidad Zapata es un obispo como los trazados en el perfil de Francisco: “Que sean padres y hermanos; que sean apacibles, pacientes y misericordiosos; que amen la pobreza: interior como libertad para el Señor, y también exterior como sencillez y austeridad de vida; que no tengan una psicología de ‘príncipes’; […] que no sean ambiciosos, […] que no busquen el episcopado […]. Y que sean esposos de una Iglesia, sin andar constantemente en busca de otra –esto se llama adulterio–. Que sean capaces de ‘vigilar’ el rebaño que se les confíe, es decir, que velen por todo aquello que lo mantenga unido; […] capaces de ‘desvelarse’ por el rebaño”. @monroyfelipe

 

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