“Estamos invitados a abrirnos a la luz de Cristo para llevar fruto a nuestra vida, para luminar los comportamientos que no son cristianos”, dijo el Papa Francisco este domingo antes del rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro.
El Santo Padre reflexionó las palabras del Evangelio del Cuarto domingo de Cuaresma, donde se narra la curación de un ciego de nacimiento; y mientras el ciego curado se acerca gradualmente a la luz, los doctores de la ley al contrario se hunden cada vez más en la ceguera interior. Encerrados en su presunción, creen tener ya la luz; por esto no se abren a la verdad de Jesús.
“El evangelista Juan quiere atraer la atención sobre esto que también ocurre en nuestros días, cuando se cumple una acción buena. El ciego curado es en primer lugar interrogado por la multitud sorprendida- han visto el milagro y lo interrogan; luego por los doctores de la ley; y éstos interrogan también a sus padres. Al final el ciego curado llega a la fe, y ésta es la gracia más grande que le viene dada por Jesús: no sólo poder ver, sino conocer a Él, ver a Él, como «la luz del mundo»”
“Nuestra vida, a veces, es parecida a aquella del ciego que se ha abierto a la luz, a Dios y a su gracia. A veces, lamentablemente, es un poco como aquella de los doctores de la ley: desde lo alto de nuestro orgullo juzgamos a los demás, y ¡hasta al Señor!”, enfatizó el Papa.
El Obispo de Roma llamó la atención sobre el hecho de que el milagro es narrado por Juan en apenas dos versículos, porque el evangelista quiere atraer la atención no sobre el milagro en sí, sino sobre aquello que ocurre después, sobre las discusiones que origina. “También sobre las habladurías. Tantas veces una buena acción, una obra de caridad origina habladurías, discusiones porque hay algunos que no quieren ver la verdad”.
“Hoy, estamos invitados a abrirnos a la luz de Cristo para llevar fruto a nuestra vida, para eliminar los comportamientos que no son cristianos, subrayó Francisco, para caminar decididamente sobre el camino de la santidad”, que tiene su inicio en el Bautismo. “De hecho también nosotros hemos sido ‘iluminados’ por Cristo en el Bautismo, para que, como nos recuerda san Pablo, podamos comportarnos como ‘hijos de la luz’ con humildad, paciencia, misericordia”.
El Papa cuestionó: “¿cómo es nuestro corazón? ¿Tengo un corazón abierto o cerrado hacia el prójimo? Tenemos siempre en nosotros alguna cerrazón nacida del pecado, nacida de los errores:¡no tengamos miedo! Abrámonos a la luz del Señor: Él nos espera siempre: Para hacernos ver mejor, para darnos más luz, para perdonarnos. No se olviden de esto: Él nos espera siempre”.