P0r Fernando Pascual |

Ha ocurrido en el pasado y ocurre en nuestros días: con la bandera de la justicia entre sus manos, hombres y mujeres piensan y actúan injustamente.

Porque es injusticia condenar a todo un grupo de personas porque un miembro de tal grupo ha sido acusado de algún delito.

Porque es injusticia considerar culpables a quienes están en proceso y tienen derecho a ser vistos como inocentes mientras no se pruebe lo contrario.

Porque es injusticia asumir acríticamente las manipulaciones de medios informativos que divulgan algunos delitos según la religión de quienes lo cometen mientras otros delitos quedan silenciados para favorecer la ideología de quienes los cometieron.

A lo largo de la historia, ha habido grandes paladines de la injusticia amparados en la autopresunción de trabajar por la justicia. Como Lenin, para quien era suficiente pertenecer a una familia “burguesa” para ser condenado como contrarrevolucionario. Como Hitler, que buscó el exterminio de razas y grupos humanos sin el más mínimo sentido de la justicia.

Desde esa misma mentalidad también piensan, insultan, e incluso amenazan, otros muchos paladines de la injusticia del pasado y del presente. Basta con leer algunos comentarios a noticias en Internet para darnos cuenta de cómo actúan, sin el menor sentido del respeto hacia las personas, quienes acusan a todos los miembros de ciertos colectivos por los delitos (reales o supuestos) cometidos por algunos de sus miembros.

Frente a tantos paladines de la injusticia, quienes aman la verdad, quienes defienden los derechos fundamentales de todo ser humano, sabrán actuar con energía para acallar condenas sumarias contra inocentes y para promover un mundo con menos generalizaciones arbitrarias y con más espacios para la auténtica justicia.

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