Por Francisco Xavier Sánchez |
Participo en un proyecto de la FIUC (Federación Internacional de Universidades Católicas) llamado: “Ética Social ¿Cómo los pobres visualizan y enfrentan la pobreza?”, que tiene como finalidad reflexionar y proponer alternativas para buscar una sociedad más solidaria.
El día de hoy invité a tres investigadores de la Universidad Anáhuac Norte a que tuvieran un dialogo con un grupo de gente pobre de la parroquia de Nezahualcóyotl. Fue una experiencia muy enriquecedora para todos. En el grupo de investigadores –del cual yo soy el responsable– estamos tratando de realizar un proyecto de investigación que: 1) Mida cuantitativamente la situación real de la pobreza en México, en particular de la zona metropolitana; 2). Analice las actividades que otras organizaciones (en particular gubernamentales como “Oportunidades”), han realizado en el combate contra la pobreza. 3). Se apoye en particular de la Doctrina Social de la Iglesia, y de otros trabajos en torno a la pobreza (nosotros hemos tomado como apoyo los análisis de Amartya Sen, Martha Nussbaum y Adela Cortina) para reflexionar sobre la manera de combatir la pobreza. 4). Finalmente presentar una propuesta de una economía basada en una ética-cristiana, que pueda tener incidencia en los estudiantes de universidades privadas (que estudian economía, negocios y materia relacionadas a la cuestión social) para concientizarlos en la necesidad (y obligación) de construir una sociedad más equilibrada y fraterna.
Ha sido interesante ver las reacciones de doctores en economía y negocios, o de filósofos sociales, al escuchar a Guadalupe, madre soltera que vende tacos de canasta para sacar a sus dos hijos adelante. O la de Rosa, de la tercera edad, que vende mandiles en los mercados para poder subsistir. Una cosa es la pobreza de las estadísticas y otra la que tiene rostros y nombres concretos.
Vivimos en un país muy complejo, donde algunas familias de mexicanos controlan una buena parte de la riqueza nacional (según la Revista Forbes) y donde la gran mayoría de compatriotas se están muriendo prácticamente de hambre. Un país alienado, violado, enajenado. Uno de los países más católicos del mundo y a la vez uno de los más corruptos. ¿Qué es lo que nos ha pasado? No entraré en análisis políticos e históricos que nos recuerden la génesis de nuestro deterioro, más bien me referiré al aspecto de nuestra fe. ¿Cómo es posible que diciéndonos tan católicos y tan guadalupanos hayamos llegado a niveles tan altos de violencia, corrupción e injusticia social? ¿Cuál es la responsabilidad de la Igleisa católica en todo esto? El silencio también es cómplice.
El tiempo que vivimos ahora en México es crucial, de vida o muerte; de resurrección o de sufrimiento. La Iglesia católica, empezando por la jerarquía hasta cualquier laico, necesita despertarse. Necesitamos pasar por una autentica conversión. Predicarnos menos a nosotros mismos y hablar más de justicia social. Morir para resucitar en nuestros hermanos, antes de que sea demasiado tarde.