PINCELADAS | Justo López Melús (+) |
El humor fino tiene muchas ventajas: nos reconcilia con nuestra pequeñez; nos ayuda a aceptar nuestras limitaciones; ayuda a resolver muchos problemas planteándolos mejor, y, a veces, sirve para ignorarlos, inspirados por el masoquismo. El humor consuela y alivia, elimina los sufrimientos innecesarios. El humor puede reducir el dolor: «¡Qué suerte romperse el brazo! Si hubiera sido la pierna…».
También existe el Galgenhumor o humor de patíbulo, el humor negro. Un ladrón en la cárcel: «¿Para qué esos barrotes, para que no entren ladrones?». Un reo en lunes: «Mal empieza la semana». Y al ajusticiarle: «Cierra la puerta, que las corrientes de aire me causan resfriados».
Mejor era el humor de los santos. Santo Tomás Moro en el patíbulo: «No me cortes la barba». Y san Lorenzo en la parrilla: «Dame la vuelta, que por este lado ya estoy asado». Dicen que en el infierno no existe el buen humor.