Por Juan Gaitán |

El hombre es un ser incompleto, dependiente, limitado; está siempre en construcción, en un continuo proceso de maduración y aprendizaje hasta el último día de su vida, pero por esto mismo es un ser abierto a los demás, a las relaciones de amor.

Estas relaciones nos completan, nos plenifican. Los filósofos existencialistas han descubierto la importancia del encuentro con el otro para dar sentido a la existencia humana. El papa Francisco, por su parte, desde el inicio de su pontificado ha insistido en rescatar el valor del encuentro. Un cristiano que no privilegia en su vida el encuentro es falso, no actúa conforme a las enseñanzas de Jesús.

Y es que el ser humano, mientras más ama, más se perfecciona. Es su naturaleza: donarse en amor al prójimo, libremente. Ahora bien, la apertura del espíritu humano le permite cuatro tipo de relaciones: con Dios, con los demás, con uno mismo y con la naturaleza; y resulta sorprendente cómo estos cuatro encuentros se dan simultáneamente y de manera intensa en cada uno de los siete sacramentos de la Iglesia.

Los sacramentos: experiencias que plenifican al ser humano

Los sacramentos (especialmente la Eucaristía) son momentos cúspide de la vida cristiana. En ellos, el fiel es un corazón abierto a la experiencia del amor, de la entrega, de la misericordia.

Relación con Dios: En cada uno de los siete sacramentos se reconoce de modo concreto la presencia de Dios. Él es el protagonista de las celebraciones. Todos los signos nos hacen voltear la mirada hacia Él para entrar en la dinámica de su Amor. Dios extiende su mano para tomar al hombre de la suya, pero no hay que perder de vista la iniciativa es de Dios.

Relación con los demás: Todo sacramento se debe vivir desde la conciencia de que el bautizado es miembro de la Iglesia, del Cuerpo de Cristo. Y todos ellos nos empujan al encuentro con el prójimo. No se comulga sin antes dar la paz, no se culmina la Reconciliación sino hasta que se pide perdón al prójimo, no se realiza el Matrimonio sino hasta abrir el corazón al amor fiel y entregado.

Relación con uno mismo: Los sacramentos enfrentan al creyente consigo mismo. En la Confesión es claro, pero también el hecho de participar de la Eucaristía es asumir el proyecto de Dios, a pesar de los propios planes; la Unción de los Enfermos exige una respuesta a las grandes interrogantes: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo? y ¿a dónde voy?

Relación con la naturaleza: La teología de los sacramentos implica siempre la teología de la Creación. Todos los sacramentos acuden al recurso de la naturaleza: Pan, vino, incienso, óleo, agua, etc. El sacramento utiliza signos naturales para significar realidades trascendentes. La Creación es un medio para alcanzar la Redención, por lo que el bautizado debe saber vivir en armonía con el mundo.

Ojalá que todos seamos conscientes de que los sacramentos son acontecimientos para el encuentro, experiencias que nos perfeccionan porque nos abren el corazón a las relaciones de amor. ¡Que cada celebración sacramental sea una verdadera fiesta del amor!

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