Por Gilberto Hernández García |

Se llama Discípulos Misioneros de Jesús Buen Pastor, y es una especie de congregación religiosa que tiene cerca de nueve años de fundación. Dije “una especie de congregación…” porque en realidad son una fraternidad sacerdotal, una interesante síntesis entre la vida diocesana y la espiritualidad misionera, propia de los institutos religiosos.

Los “discípulos” –como los conocen en el ámbito donde se mueven– forman parte de una realidad eclesial mayor: la familia y obra del Buen Pastor, surgida hace más de veinte años en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, con la fundación de la congregación religiosa femenina Discípulas de Jesús Buen Pastor, cuyos fundadores son el sacerdote Salvador Valadez Fuentes, la religiosa Silvia López Pérez y monseñor Felipe Aguirre Franco, en ese entonces obispo de Tuxtla y ahora arzobispo emérito de Acapulco.

Diocesanos y misioneros

Los Discípulos Misioneros viven una doble dimensión eclesial: “somos diocesanos y misioneros”, explica el padre Salvador Valadez. “Diocesanos, porque el sacerdote no ejerce su ministerio en el éter, sino en un lugar concreto, y la Iglesia se hace visible precisamente en una Iglesia local, en una diócesis”, señala enfático. “Y misioneros, porque esta es la urgencia que hoy nos presenta Dios: romper con la inmovilidad y salir al encuentro de los alejados, como nos lo ha señalado el documento conclusivo de Aparecida”.

Sin embargo, en sentido estricto, no se trata de una nueva fundación religiosa masculina, sino de un modo alternativo de vivir la vida sacerdotal diocesana en perspectiva misionera, donde Jesús, Buen Pastor “es luz para ver, criterio para juzgar y norma para actuar”; con la finalidad clara de “ser y hacer discípulos misioneros”.

“Queremos encarnar las actitudes de Jesús Buen Pastor en medio de un mundo cada vez más egoísta; actitudes de compasión, misericordia, acogida”, ser continuadores de lo que Dios le ha pedido al padre Salvador: ‘Haz presente a mi Hijo’, es decir, más allá de hacer muchas cosas, vivir las actitudes fundamentales de Jesucristo”, comenta el promotor vocacional de la fraternidad.

Fraternidad para la misión

Los Discípulos se forman en pequeñas comunidades, integradas por jóvenes, en su mayoría profesionistas que, además de poner al servicio de los demás sus talentos personales –hay comunicadores, profesores, músicos, contadores, filósofos, poetas, ex seminaristas provenientes de otros institutos– se preparan para la vida sacerdotal.

Actualmente la fraternidad cuenta con un centro de Formación sacerdotal en la colonia Las Cañitas, del municipio de Ixtapa, Chiapas –la que es considerada la casa central de esta obra– y un par de centros de estudio: una casa de estudiantes de filosofía en Ixtapa, Chiapas y una de estudios teológicos en la Ciudad de México. Los de la etapa filosófica estudian en el Seminario conciliar de Tuxtla Gutiérrez; en tanto que los teólogos realizan sus estudios en la Universidad Pontificia de México.

Hoy en día se están empezando a ver los primeros frutos de esta obra del Buen Pastor: hace casi tres años se ordenó el primer sacerdote de la fraternidad y en este año podrían ser ordenados dos diáconos más. La fraternidad –cuyo carisma se resume en tres verbos: amar, servir, evangelizar–, como se ha dicho, está abierta particularmente para jóvenes profesionistas que quieren poner su carrera al servicio de la gente, particularmente la más desfavorecida, pero que a la vez tienen inquietud por la vida sacerdotal.

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