Por Francisco Xavier Sánchez |

En estos días acaba de salir publicado mi libro: Evangelio pa´la Banda en Ediciones Paulinas. De todos los libros que he escrito hasta ahora es el que más satisfacciones me ha dado. Es un libro que escribí hace años durante mi trabajo con chavos banda en Valle de Chalco y Nezahualcóyotl, Estado de México. Posteriormente se unió a este proyecto mi amigo el P. Federico Loos y el libro reúne textos de los dos autores. Agradezco al gran escritor Vicente Leñero por habernos escrito el Prefacio. El libro se puede encontrar en las librerías San Pablo (www.sanpablo.com.mx) de toda la República y algunas sucursales en el extranjero. Tiene un costo de $75.00 pesos.

Comparto parte de la introducción del libro:

Pocas semanas después de haberme ordenado sacerdote me nombraron párroco en el Valle de Chalco. En el mismo lugar en el que habían estado el Papa Juan Pablo II, en su visita a México, y el ex-presidente Carlos Salinas de Gortari para impulsar su programa: “Solidaridad”. Sólo que ellos habían estado un ratito y habían recibido aplausos. Yo llegaba para quedarme. Sin aplausos, sin condiciones materiales para vivir o ejercer mi ministerio (no había templo y menos aún casa sacerdotal), sin experiencia sacerdotal, pero con muchos deseos e ideales de “hacer algo” por la comunidad en que Dios me había colocado.

Muy pronto me di cuenta de la presencia de “chavos banda” en la zona. Jóvenes, adolescentes, e incluso niños, que deambulaban por las calles reunidos en grupos: RockersArkanzasCalacos, etc. Camisetas negras estampadas, cabello largo o no, con o sin tatuajes, varios consumiendo drogas, pero todos con un elemento común: el gusto por reunirse, estar juntos, y tal vez olvidar por algunos momentos (sea por medio de drogas, cascaritas de fut, o tocadas) los problemas de la vida.

Quería hacer algo por ellos –sin saber que al final fueron ellos los que hicieron mucho por mí, desapendejándome de algunos esquemas eclesiásticos y de prejuicios– pero no sabía cómo. Fue así que me puse a escucharlos, y a tratar de entrar en su mundo: lenguaje, hogares, broncas, tocadas, etc. Con ellos era como volver a nacer, y a entender de manera nueva y diferente la Palabra del Señor, desde los pobres; más rica, más real, más profética.

No se me olvida aquel día, después de varios meses de convivencia con la banda, que uno de ellos –el Mangas–, me dijo: “¿Oye cabrón tu eres cura, verdad?” “Claro que sí”, respondí. Y luego continuó: “Entonces háblame de Jesús pero que yo le entienda valedor”. Sentí que esas palabras venían de arriba, del “Valedor de todos los valedores”, y le dije que sí. Sin embargo, por más esfuerzos que hacía, sentía que mis palabras no les llegaban. Entonces se me ocurrió cambiar los nombres de los personajes, y en lugar de Pedro y Juan el Bautista aparecieron el Piedra y Juan el Grillo; y Nazaret se convirtió en Neza-ret, etc. Todo esto, claro está, a partir del lenguaje de la banda. Como ellos hablan, o por lo menos hablaban por los años noventas.

Es decir que los textos que ahora se presentan han sido escritos pensando “exclusivamente” en la banda. Son textos que han nacido en la calle y para el aliviane de la banda. Es la banda la que ha quitado o añadido las palabras que más convienen, para que el Evangelio sea entendido con toda su novedad y frescura como “Buena nueva”. Tres años después me cambiaron de parroquia y me fui a Nezahualcóyotl, a iniciar otra parroquia en una zona de paracaidistas (Canal de Sales). La experiencia anterior me sirvió de mucho para alivianar y ser alivianado por nuevas bandas.

Algo muy importante, que tengo que reconocer, es la amistad y el ejemplo sacerdotal de mi valedor el padre “Fede”. Cuando lo conocí supe lo que es vivir la “radicalidad evangélica” y la “opción por los pobres”, que yo tan sólo había leído en los libros. Los tres juntos (Dios, Federico y yo) hicimos varias actividades chidas al servicio de la banda: tocadas, misas, peregrinaciones, partidos de futbol, etc. Gracias a Federico Loos, y a sus contactos con el personal, este libro se ha distribuido en cárceles, anexos, bandas de la República mexicana, e incluso chicanos del gabacho, y ha gustado mucho. Después de mis primeros cinco años de sacerdocio se me brindó la oportunidad de seguir estudiando (filosofía) en el extranjero, y abandoné mi trabajo con la banda. Sin embargo, si, ahora como profesor, continúo sensibilizando laicos, religiosos/as, y curas, a alivianar de alguna o de otra manera a los más jodidos de la sociedad (que es dónde Dios se expresa de manera más directa), mi trabajo, de ayer y de ahora, no habrá sido en vano.

 

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