Hemos de ser testigos privilegiados del amor y de la honda devoción a Jesús, el Señor Inmolado y resucitado en el misterio de su Sacratísimo Corazón, fuente de nuestra redención, el que nos descubre todo el amor del Padre, instrumento de la comunicación del Espíritu Santo y horno ardiente de caridad para una humanidad que pasa por una crisis de época.
Este amor entrañable a Jesús, a través de su Corazón, comporta en verdad una espiritualidad sólida y tierna que nos abisma en el amor redentor y regio de Nuestro Salvador. Espiritualidad que no sólo fue acentuada en su momento por Santa Margarita María de Alacoque y actualizada, digámoslo así, por Santa Faustina Kowalska y San Juan Pablo II, sino que hunde sus raíces en la misma Palabra de Dios y en la vida dos veces milenaria de la Iglesia.
Espiritualidad que ha sido expresada de modo breve y devoto en la jaculatoria “Sagrado Corazón de Jesús, perdónanos y sé nuestro Rey” y que a tenor del alma mariana de nuestro pueblo se ha visto enriquecida desde sus inicios con aquella otra “Santa María de Guadalupe Reina de México, Ruega por tu Nación”.
Dos expresiones confiadas y humildes que nos abren a la relación íntima, personal y eclesial con Jesús, cuyo Corazón fue traspasado por nuestros pecados y de éste, como de su fuente. nace la Iglesia, Comunidad de los Redimidos para vivir en nuestra pobre humanidad su señorío de amor; así, en este nivel oracional, , minuto a minuto podemos estar orientados a la más constante experiencia cristiana, por lo que respecta a la primera; en relación a la segunda, otro tanto, con el matiz guadalupano; la reconocemos a Ella como Madre y Reina, a la Hija Predilecta del Padre, nuestra piadosa y tierna madre a la que acudimos en búsqueda confiada para que interceda por su heredad sometida a tantos influjos nefastos para la familia, la patria y nuestras personas.
Jaculatorias sentidas y devotas, legado de Don Manuel Urquiza Figueroa, (q.d.D.g.) quien en su momento dio a conocer al Episcopado Mexicano y que alcanzaron el beneplácito de S.S. Pío XII. Este gran Papa que nos dejaría su magistral encíclica sobre el Sagrado Corazón de Jesús “Haurietis Aquas”(“Sacaréis Aguas con Gozo de las Fuentes de la Salvación”, 15 de mayo de 1956), verdadero tratado bíblico, patrístico y teológico sobre la genuina naturaleza del Culto al Sagrado Corazón y sobre su excelencia, corona de las dos anteriores encíclicas, “Místici Corporis” y “Mediator Dei”, cumbres de su Magisterio.
Estas jaculatoria constituyen un v patrimonio espiritual para nuestro pueblo, para aquellos que saben que la oración del corazón, la agradable a Dios, la que queda después de tantos recorridos, ires y venires del espíritu moderno.
Los Operarios del Reino de Cristo, desde pequeños hemos gustado la Espiritualidad del Corazón de Cristo bajo la impronta Guadalupana , pues sabemos que el Templo pedido por Santa María de Guadalupe, además de su significante que es el Templo del Tepeyac, entedemos que su significado, el Reino de Cristo, es la comunión realizada por El Padre, a través del Hijo en el Espíritu Santo, que en su dimensión terrestre la identificamos con la Santa Iglesia.
Espiritualidad que gustamos en su profundidad teológica y la oramos, precisamente por medio de estas Jaculatorias, las cuales consideramos parte de nuestro patrimonio espiritual.
La oramos como sacerdotes que piden perdón al Corazón Sacerdotal de Cristo y desean configurarse con El para ser pastores que no expresamos opiniones sino la verdad del Evangelio; que celebramos la Eucaristía con, por, en y desde el imperio de su Corazón; que apacentamos a la grey a nosotros confiada desde la humildad y mansedumbre de su Corazón.
Queremos que las jaculatorias sean oradas por todos, para que a través de ellas, profundicen en el misterio insondable de Cristo y experimenten su perdón; así de esta manera sencilla y oracional: vincularse a su Corazón, Verdad palpitante de amor al Padre, a María Santísima, a los Santos, a los pobres, a los sacerdotes y religiosas, a todos los hermanos laicos; seguir su Camino marcado por los latidos de su Corazón; vivir inmersos en su Vida en la oración constante y en la vida litúrgica que transforma nuestro Corazón en el suyo.
Oremos en todo momento del día con estas jaculatorias, dardos de amor al Corazón trapasado de Cristo y a nuestra tierna Madre, Santa María de Guadalupe; nos permitirán estar de continuo en el Corazón de Cristo,Horno ardiente de caridad y en la súplica permanente a Santa María de Guadalupe, por nuestra patria.
Pbro. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.