Por Mónica Muñoz  |

“Entonces así quedamos, no me vayas a quedar mal, ¿eh?”, “cómo crees, ahí nos vemos”, esta conversación puede encerrar una promesa que no será cumplida, todo porque resulta que muchas personas no saben decir “no” cuando en realidad eso es lo quieren, pero no se atreven a hacerlo por no herir los sentimientos del otro.  Sin embargo, luego sale peor, porque la buena intención se convierte en mentira, cuando no se cumple con lo afirmado.

¿Por qué nos cuesta tanto trabajo negarnos cuando alguien nos pide un favor? No digo que seamos egoístas, pero no siempre estaremos disponibles para cuando a los demás se les ocurrahacer uso de nuestro tiempo o bienes personales.  Pongo un ejemplo: alguien nos llama para pedirnos dinero prestado, es una persona muy querida por nosotros, pero, sinceramente, un poco abusiva, porque constantemente encuentra la oportunidad de sacar provecho de las circunstancias y, como sabe que cuenta con nuestra ayuda, siempre que se le ofrece, no duda en tirarnos el “sablazo”, ah, porque, encima de todo lo anterior, nunca nos paga. Resulta, entonces, que nos pide dinero en un momento inoportuno, pues no contamos más que con lo necesario para solventar nuestros gastos.  ¿Qué hacer?, porque, seguramente, si le negamos el favor, no volverá a dirigirnos la palabra.

Es aquí cuando debemos aprender a negarnos, porque es más que evidente que si accedemos a la petición del pedigüeño, nos meteremos en problemas.  Lo más sano es decirle “siento mucho la situación por la que estás pasando, pero en esta ocasión no me es posible prestarte porque no tengo dinero”.  ¿Suena cruel?, no, sencillamente es hacer ver al otro que en verdad no podemos sacarlo de su dificultad.

Por supuesto, hay que atender a las necesidades de nuestros hermanos en desgracia, por eso hay que aprender a distinguir cuando alguien verdaderamente necesita de nosotros y hacer lo que esté en nuestra mano para socorrerlo y cuando sólo se trata de una postura cómoda.

Y es que parece mentira, pero cada vez más me sorprendo tanto de lo que puede llegar a hacer una persona generosa, como de lo que puede hacer una oportunista.  Alguien me platicaba sobre dos amigas que viven en otro país.  Ambas se fueron a trabajar, buscando un mejor horizonte que el que les ofrecía nuestra nación.  Se habían conocido en un grupo juvenil, al que pertenecieron muchos años.  Por esta razón, una de ellas se sintió comprometidacuando, en aquel lugar extraño, la otra requirió de su solidaridad, pues no tenía trabajo porque le costaba conservarlo, debido a su mal carácter.

Sin pensarlo, acudía a auxiliarla cada vez que era solicitada, a tal grado que dejaba lo que estuviera haciendo para salir en su ayuda, ya fuera para ir a recogerla a su casa porque aquella tenía ganas de visitarla y no tenía dinero para el autobús o para apoyarla con alguna cantidad económica, aunque eso afectara su presupuesto, porque de verdad, le daba pena negarse.

Pero un día, entre pláticas, a la “menos afortunada” se le salió comentar que tenía como regla sacarle lo más que pudiese a quien se dejara.  Fue tanto su descaro que, cuando se dio cuenta del error que había cometido, ya era demasiado tarde para arreglar la situación.  Por supuesto, la amiga benefactora, no ha vuelto a contestar sus llamadas.

Todos estamos expuestos a atravesar por tiempos difíciles, las condiciones económicas de nuestro país así lo demuestran, por eso debemos estar prestos a tender la mano a quien lo necesite, sin pensarlo, pero debemos ser cuidadosos para no incurrir en paternalismos que podrían acarrear más perjuicios que beneficios.

Y también, si es necesario, aprender a decir “no”, pensando que es mejor ser sinceros, sin llegar a ofender, que fomentar una relación incómoda, que, finalmente, pueda terminar con una buena amistad. ¿O ustedes qué opinan?

 

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