Por Fernando Mendoza Jacquez |
La historia se ha repetido desde 1994. Veinte años con el mismo final y las ilusiones caídas. Y seguimos igual, sin importar si el contrario es Argentina, Estados Unidos u Holanda. El futbol mexicano no ha pasado del cuarto partido de cada uno de los Mundiales, desde 1994.
Los expertos dicen que en este Mundial la selección mexicana se traicionó a sí misma en los últimos 20 minutos de ese último cuarto partido, al echarse para atrás, agazaparse, defender la mínima diferencia y dejar que el otro creciera. También mencionan los expertos que los mexicanos se desconcentraron en los últimos minutos, que también cuentan porque también tienen 60 segundos al igual que los primeros. En ese lapso entre los 87 y los 94 minutos, los holandeses superaron a los mexicanos. Ni hablar.
En medio de la depresión nacional es significativo tratar de obtener algunas enseñanzas de este Mundial. La Iglesia tendría que aprender mucho en este aspecto. En primera instancia, se puede decir que no conviene ser autorreferencial, como dice Papa Francisco. El otro también cuenta.
No conviene defender la mínima diferencia, ni la mediana ni la grande. En términos de Papa Francisco, se puede argumentar que la Iglesia no debe administrar la oficina parroquial, esperando que lleguen los feligreses en búsqueda de los sacramentos y de la evangelización. La Iglesia que quiere el Sumo Pontífice no intenta defender lo que tiene, sino primerear, tomar la iniciativa y salir al encuentro del mundo, busca una Iglesia de puertas abiertas…
Cuando el contrario acecha nuestro marco, lo mejor es tomar el balón, dominarlo y salir acompañado. El Papa diría que el cristiano debiera tener un encuentro personal con Jesucristo, para que acompañado del Resucitado, salir al encuentro del mundo y de las periferias existenciales. Papa Francisco prefiere una Iglesia en salida, aunque se accidente, porque quien se queda encerrado, defendiendo lo propio y agazapado, se vuelve paranoico y enfermo.
Los jugadores deben aprender a estar concentrados los 90 minutos del juego más lo que agregue el árbitro, so pena de creerse ganadores antes de tiempo y ver como en los últimos minutos se va por la coladera el esfuerzo realizado en la mayor parte del juego. Me recuerda un tanto a lo dicho y hecho por Papa Francisco en las Misas diarias en Santa Marta: hay que estar concentrados durante toda la Misa, más lo que agregue el padrecito… En la Misa hay que estar concentrados desde el canto de entrada y hasta el final, sin que nos distraigamos por detalles mínimos.
Por último, es mi deber manifestar que no logro encuadrar en estas enseñanzas el clavado del holandés Robben. Al comenzar el Mundial, Papa Francisco invitó a todos hacer del deporte en general y del Mundial de futbol en específico, un evento lleno de solidaridad y fraternidad. Me parece que un auténtico profesional no debe buscar el engaño, la trampa y la mentira. Robben y todos aquellos clavadistas, al hacer trampa o intentarlo, rompen las reglas de la fraternidad. Me dicen que es un recurso futbolístico, pero me niego a aceptarlo. Me parece que tampoco abona a su cuenta la declaración de Robben quien diría que “hay que ser listo” en el futbol. Creo que un verdadero modelo de persona no debería tolerar la trampa y la mentira para alcanzar una victoria. Un deportista, tampoco. Menos un profesional de un país del llamado primer mundo.
Por lo demás, la Iglesia debiera aprender mucho de este Mundial. Es mi parecer.
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