Por Fernando Pascual |
Ver defectos en otros y denunciarlos es fácil, pero a veces uno mismo tiene esos mismos defectos, o incluso más…
Porque sí, es fácil señalar con el dedo a esa persona que va a misa con frecuencia, que ayuda como catequista, que presume de creyente, y luego nos ha insultado o criticado por la espalda. ¿Cómo es posible alguien así?
Además, es fácil añadir que no somos como esa persona. Aunque luego tengamos que reconocer que alguna vez no vamos a misa el domingo. Una mala palabra se nos escapa a todos. Perder el tiempo en Internet no es tan malo. Y si no tenemos malicia…
Las excusas sobre nuestros comportamientos se acumulan, mientras el dedo señala con indignación la «hipocresía» de otros.
Deberíamos ser más humildes y comprensivos para mirar las cosas de otra manera. Porque esa persona a la que acuso como hipócrita quizá ya se ha confesado y sufre al constatar sus debilidades, mientras que yo mantengo mi vida en una conducta pecaminosa y sin arrepentimiento…
Hay que tener valor para superar denuncias hipócritas y para empezar a trabajar sobre uno mismo, antes de quitar la paja del ojo ajeno (cf. Mt 7,3-5). Entonces seremos menos inquisidores y más pacientes hacia los demás, menos autojustificadores y más firmes a la hora de corregirnos a nosotros mismos…