“Los ataques violentos que están extendiéndose por todo el norte de Irak no pueden sino despertar las conciencias de todos los hombres y mujeres de buena voluntad para cumplir acciones concretas de solidaridad, para proteger a cuentos son golpeados y amenazados por la violencia y para asegurar la asistencia necesaria y urgente a los numerosos refugiados así como también el regreso a sus ciudades y a sus hogares”.

Esto es parte de la carta que el Papa Francisco ha enviado a Ban Ki-moon, Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), sobre la situación de los cristianos perseguidos en Irak.

El Santo Padre expresa al secretario Gneral de la ONU el dolor que le causan “los dramáticos eventos de estos últimos días en el norte de Irak, donde los cristianos y las otras minorías religiosas han sido obligadas a huir de sus casas y a presenciar la destrucción de sus lugares de culto y del patrimonio religioso”.

Francisco presenta a Ban Ki-moon “las lágrimas, los sufrimientos y los gritos desesperados de los Cristianos y de las otras minorías religiosas de la amada tierra de Irak”, y renueva el llamado urgente a la comunidad internacional a intervenir para poner fin a la tragedia humanitaria en curso:  “animo a todos los organismos competentes de las Naciones Unidas, en particular a los responsables de la seguridad, la paz, el derecho humanitario y la asistencia a los refugiados a continuar sus esfuerzos conformes al Preámbulo y a los Artículos pertinentes a la Carta de las Naciones Unidas”, señala en su carta.

“Las trágicas experiencias del siglo XXI y la más elemental comprensión de la dignidad humana, obliga a la comunidad internacional, en particular, a través de las normas y de los mecanismos del derecho internacional, a hacer todo lo posible para detener y prevenir otras violencias sistemáticas contra las minorías étnicas y religiosas”, enfatiza el Papa en su mensaje.

Francisco también hace saber al Secretario General de la ONU que ha nombrado al Cardenal Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, como su representante personal, para que “manifieste mi cercanía espiritual y que exprese mi preocupación, y la de toda la Iglesia católica, por el intolerable sufrimiento de aquellos que solo desean vivir en paz, armonía y libertad en la tierra de sus antepasados”.

 

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