El Papa Francisco beatificó este sábado 16 de agosto a los mártires coreanos Pablo Yun Ji-chung y sus 123 compañeros que «vivieron y murieron por Cristo y ahora reinan con Él en la alegría y en la gloria».

Ante una congregación multitudinaria de fieles – se calcula que entre ochocientos mil y un millón – en un día de gran regocijo para todos los coreanos, el Papa Francisco señaló que el ejemplo de los nuevos beatos «nos interpela a todos en sociedades que no escuchan el clamor de los pobres, donde Cristo nos sigue llamando».

El Santo Padre destacó el legado de todos ellos y su testimonio de caridad y solidaridad para con todos – parte de la rica historia del pueblo coreano – y recordó que «en la misteriosa providencia de Dios, la fe cristiana no llegó a las costas de Corea a través de los misioneros; sino que entró por el corazón y la mente de los propios coreanos».

El Papa expresó que «En un mundo que a menudo cuestiona nuestra fe, los mártires son testimonio del poder del amor de Dios, para construir una sociedad justa, libre y reconciliada, inspirando a todos los hombres de buena voluntad para impulsar la paz, en Corea, en Asia y para toda la familia humana».

«Tras un encuentro inicial con el Evangelio», «el conocimiento de Jesús pronto dio lugar a un encuentro con el Señor mismo». Abrazando en esta beatificación también a todos los mártires anónimos que en Corea y en todo el mundo, han dado su vida por Cristo o han sufrido lacerantes persecuciones por su nombre, el Papa Bergoglio culminó su homilía rogando «que la intercesión de los mártires coreanos, en unión con Nuestra Señora, Madre de la Iglesia, nos alcance la gracia de 4la perseverancia en la fe y en toda obra buena en la santidad y la pureza de corazón, y en el celo apostólico de dar testimonio de Jesús en este querido país, en toda Asia y hasta los confines de la tierra».

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