Por Gilberto Hernández García |

Hace más de una semana, la madrugada del lunes 15 de septiembre, el huracán Odile tocó tierra en la región de Los Cabos, en Baja California Sur, y causó cuantiosos daños materiales, tanto en la zona turística como en prácticamente todos los municipios del estado. Como siempre, los más afectados fueron los más pobres, los que establecieron sus casas en zonas vulnerables y en predios irregulares.

Conversé con el sacerdote Juan Gómez Esqueda, responsable de la Pastoral de la Comunicación de la diócesis de La Paz, quien habla acerca de la situación que prevalece aún en Baja California Sur y de la respuesta que la Iglesia ha ido dando ante esta apremiante situación.

¿Cuál es la situación actual de BCS, luego de casi una semana de que el huracán Odile golpeó con fuerza el estado?

Fueron varios los pueblos afectados, aunque prácticamente la atención mediática se ha centrado en Los Cabos, porque es un destino turístico internacional. Por ejemplo, en La Paz hay más de 1500 casas completamente destruidas; Todos Santos está en la misma situación; en el norte, en lugares como Santa Rosalía, Mulegé y Vizcaíno, se está pasando mucha necesidad.

La gente que menos tiene es la que sale más perjudicada.  La ayuda gubernamental tardó en llegar, pero poco a poco ha ido fluyendo. Sin embargo, ¿Qué va a pasar después, cuando la atención mediática venga a menos? Con dos o tres despensas no van a vivir mucho tiempo los damnificados.

¿Cómo ha respondido la gente de otros lados ante esta situación en BCS?

Las personas están respondiendo, han estado llegando despensas para aliviar las primeras y más urgentes necesidades; rápido se han estado entregando, pero hay que hacer notar que esta primera ayuda ha sido aportada por la misma comunidad local.

¿Qué papel está haciendo la Iglesia católica en esta emergencia?

La Iglesia está procurando un trabajo más completo, que incluye, en la primera etapa, recopilar alimentos y otros productos básicos, a través de redes de ayuda; distribuirlos de manera que se dé prioridad a los más afectados; después vendrá la etapa de reconstrucción, donde también se tendrá que apelar a la solidaridad de la gente y las instituciones.

Pero conjuntamente, algunas parroquias están movilizando a su gente para dar un apoyo que vaya más allá de lo material. La Pastoral Juvenil y la Pastoral Juvenil Universitaria están haciendo la labor de llevar consuelo a las personas que aún no salen de la situación de crisis emocional al ver perdidos sus bienes.

Por medio de las redes sociales hemos estado convocando a los jóvenes para que colaboren en trabajos de limpieza, de remoción de escombros  en las colonias marginadas, entre la gente que perdió todo. Además, varios jóvenes están yendo a las colonias y reúnen a los niños para jugar con ellos, para ayudarles a superar este mal momento que hemos pasado. La ayuda se ofrece sin hacer proselitismo religioso; nos interesa la sanación de las personas, sobre todo de los niños, que ven el panorama desolador.

Hay iniciativas que promueven diferentes asociaciones, fundaciones o escuelas de inspiración católica.  La pastoral educativa y la pastoral de la comunicación, junto con la pastoral universitaria, han establecido contacto con universidades como la UNIVA y el ITESO de Guadalajara para organizar el acopio de ayuda. Algunas parroquias de Jalisco han puesto centros de acopio y ya están haciendo llegar la ayuda.

¿Qué mensaje ha dado el obispo Miguel Ángel Alba?

El mensaje del obispo ha ido por la línea de la corresponsabilidad: que el que tenga dé la mano; y que los afectados también pongan algo de su parte, que no esperen todo de las autoridades; que busquen organizarse para salir adelante».

En casos como éste se da mucho «el paternalismo», ¿qué hay en BCS?

El paternalismo no es sano y tampoco es muy cristiano; frena el desarrollo individual y colectivo. Es verdad que ante tanto daño es humanamente imposible solucionarlo todo uno mismo, pero aunque sea eso poquito que tenemos hay que compartirlo, pero la voluntad y la iniciativa deben ser enormes. Una cosa es cierta, con puras oraciones no vamos a resolverlo todo, también hay que trabajar. No se trata de sólo extender la mano para recibir, o de ser meros intermediarios; sino fomentar la solidaridad cristiana.

¿Cómo ha sido la colaboración entre la Iglesia y la sociedad civil o con las autoridades?

Cáritas diocesana en coordinación con Cáritas mexicana están organizando tanto el acopio como la distribución. A través de Cáritas se están manejando las grandes ayudas; incluso los gobiernos de los estados están haciendo llegar sus aportes a través de esta institución eclesial, porque es más seguro y por la experiencia que tiene en el manejo de estas situaciones.

¿Qué sigue, después de esta primera etapa de asistencia material?

Como estos fenómenos son cosas que no se programan, acá a cada rato pasan los huracanes, así que la gente se va acostumbrando. Donde hay afectación, se necesita dar seguimiento; podemos hacer llegar ayuda material, pero ¿cuánto les va a durar? Urge una campaña donde se comprometa a que todos aportemos para la reconstrucción. También urge atender a aquellas personas que perdieron su trabajo; es de una necesidad imperiosa crear empleos, hacer alianzas con la Iniciativa privada para ayudar en ese sentido.

¿Qué daños sufrieron los templos y algunas instalaciones eclesiales?

Son varios los templos y otras edificaciones de la Iglesia los que resultaron con daños tras el paso de Odile; sin embargo en este momento su reconstrucción no es una prioridad, lo que más interesa es destinar nuestros recursos a apoyar a los damnificados.

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